Febrero 7, 2013.

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  Quiero contarte una historia, pero de nuevo no encuentro las palabras indicadas para comenzar

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  Quiero contarte una historia, pero de nuevo no encuentro las palabras indicadas para comenzar. Comenzaré por contarte de un curioso animal. ¿Has oído hablar del Cóndor Andino? Es un ave preciosa, la más grande de todas las aves voladoras. El macho, extendiendo sus alas por completo, alcanza y supera los tres metros de largo, ¿puedes imaginarlo? Es simplemente majestuoso, con plumas negras coronadas por una franja blanca. Gracias a esas franjas, cuando vas rodeando montañas, sabes que ves un cóndor y no un buitre en las alturas. Son muy parecidos, salvo que el cóndor es enorme y el buitre no es ni la mitad, pero vuelan tan alto que sólo por aquella franja blanca de plumas, que rodea su cuello desnudo como si se tratara de un collar, se los distinguen.
Pero no sólo por eso llaman la atención. ¿Sabías que son monógamos? Se dicen que son los animales más fieles del mundo. Te enseñaré por qué. Solo tienen una sola pareja en su vida, así que si en una pareja de cóndores uno fallece, el otro no vuelve a emparejarse. Se dice también que el cóndor macho, cuando su pareja fallece, vuela hasta una altura impresionante, de cientos y cientos de metros, incluso miles. Una vez que alcanza una altura imponente, se deja caer, en picada, de cabeza. No acepta una vida sin su pareja, por lo tanto se suicida de la única forma que puede y conoce; usando sus largas alas, volando tanto como le es posible, avistando una vez más el hermoso paisaje montañoso y dejándose estar. Dejando de volar, de esforzarse por no caer.   

Seguro piensas por qué te escribo esto, por qué es importante. Quería contarte esto por que creo que es lo que mejor explica mi miedo. Seamos cóndores un momento, imaginemos que mis alas ya no sirven, que he caído y no me volveré a levantar. ¿Volarías tan alto dejando atrás las cimas de las montañas para dejarte caer?

Suena egoísta, suena tonto e incluso estúpido. Pero siempre se ha dicho que se hacen locuras por amor. Tengo miedo que cometas las tuyas cuando yo no esté. A eso me refería cuando decía que no quería que caigas, que asumas el riesgo. No quise, no quiero que te tires del faro, que vueles en picada como el cóndor.

Espero que aquello haya bastado para que me entendieras, yo... no se cómo explicarlo sin que suene ególatra o algo por el estilo. Pero se que si estuvieras en mi lugar sentirías el mismo miedo.
Por eso te he hecho prometer que no harías nada estúpido, y por que lo has prometido estoy tranquila ahora.

¿Sabes? Anoche, aún no estoy segura si lo he soñado y debo dejar de mirar tantas películas, o si fue cierto y estoy viviendo un sueño.
Te he contado que casarme, desde el primer diagnóstico, se había borrado de mis opciones, ¿verdad? Bueno, eso era por que me sentía un cóndor en las últimas, pero dejando de lado eso, no solo has vuelto a escribir "matrimonio" en mi lista, sino que lo has puesto en primer lugar.

Esa noche, febrero 3 y 4, por que nos hemos extendido un poquito a decir verdad, encabeza la lista de noches inolvidables. Curioso cómo tengo listas para todo, aunque ninguna esté escrita. Volviendo al tema, no te imaginas lo nerviosa que estaba. Desde el momento en que el taxi estacionó en la puerta de tu casa. Pensaba, que luego de lo de la pista de hielo nada volvería a ser igual. ¿Por qué? Simple, en palabras cortas y directas, creía con todo mi ser que la había cagado. Durante el viaje pensaba que si algo iba mal al llegar, diría que iba nada más y nada menos que a devolverte la bufanda. Patético,¿no? Y de repente ahí estabas, asomando medio cuerpo por la ventana para dejar caer las llaves que muy torpemente y sin entender por qué, logré atajar. Intenté prestar atención pero, si te soy honesta, no entendí ni la mitad de lo que dijiste en ese momento hasta que repasé todo en mi cabeza puntualizando cada cosa en el orden que creía correcto.
1. Entrar con tus llaves. (Evidentemente no ibas a bajar a abrirme y me comía el cerebro pensar qué lo impedía. Tal vez algo mal en las escaleras o te habías quedado encerrado).
2. Dejar mis cosas. (No veía por qué iba a cargarlas todo el tiempo en tu casa, pero supongo que la aclaración no estaba de más.)
3. Subir e ir a tu habitación. (¿Para desencerrarte?)
4. Tomar el regalo... y usarlo.
Con esa última me habías matado. Ahí se fueron al.. de paseo, todas mis suposiciones. ¿Usar el regalo? Mientras abría la puerta, juntaba mis cejas y pensaba a qué iba todo eso, y en cuanto la abrí dejé de suponer por que sabía que jamás iba a adivinar nada.
Todo estaba oscuro a excepción del resplandor de las velas, dándole a todo en tu casa un ligero tono dorado. No se si me has visto, pero sonreí pensando en lo increíble que eres. Recordé el punto dos y dejé mis cosas con cuidado de no pisar ninguna vela, mientras descubría que el camino llevaba a las escaleras. Solamente las velas rompieron todas mis teorías, ni escalera rota, ni encierro, ni corte de electricidad. Subí las escaleras con cuidado, mirando a todos lados por si te veía de pasada. Pensé en llamarte, pero aún tenía puntos que cumplir. Entré a tu habitación y todo estaba igual, excepto una caja blanca sobre tu cama, con un lazo rosado. Supuse que ese sería "el regalo", duh. ¿Qué otra cosa podría ser?
Por Dios Tarik, ¿ese vestido? No se de dónde lo sacaste, ni cómo hiciste para saber mi talle con exactitud, pero era simplemente precioso.
Me sentí extraña al principio, los únicos vestidos que usaba eran los de competición. Son bonitos, cortos y a veces muestran demasiado, pero son vestidos de patinaje; no vestidos elegantes, de telas y colores imponentes. Al ponérmelo no tuve frío, pero sí me sentí incómoda al principio. Evité mirarme al espejo por que temía no reconocerme. Me miré los pies y decidí que las converse sucias y rotas no iban con el vestido, lo cual no era muy difícil de ver. Así que te busqué descalza.
Caminé creyendo que no podía estar más nerviosa. Que pisaría el vestido y me caería sobre las velas y todo terminaría ahí de manera muy ridícula. Caminé pensando que tal vez el vestido me quedaba terrible y cuando te encontrara te reirías. Te llamé y respondiste enseguida, acompañado por el sonido de un piano.
¿Has jugado "Marco-Polo" alguna vez? Se juega a ciegas, en la oscuridad con linternas o en una piscina por debajo del agua. Quien busca debe decir "¡Marco!" y el resto debe decir "Polo" en respuesta, para que el buscador pueda orientarse. Mientras te buscaba pensé que tal vez podríamos jugar algún día. Sería divertido, sobretodo con la de pasillos que tiene tu casa.
Seguí mi camino amarillo como si buscara al Mago de Oz, y al llegar a otra de las habitaciones había un piano enorme y tú estabas sentado delante de él. Con traje. Y no era un piano cualquiera, sino que era uno de cola. De esos que aparecen en las películas, impecables, sin una marca de dedo.
Debiste de haber visto el efecto. Las velas iluminando el piano, todo negro y oro; y tu sentado frente a él, agregándole más oro a la imagen. Si alguien pintara aquella escena, lo haría con óleos en contraste, fuertes amarillos y anaranjados, nada chillón, sólo lo justo para crear una luz tan cálida como la que yo vi al entrar. Y negro, negro en el piano, negro en tu traje.
Me arrebataste los pensamientos cuando hablaste, que me debías una canción, que querías contarme una historia. Te sonreí, por que no sabía que tocaras el piano y por que acababas de tomarme completa y totalmente desarmada, desprevenida e indefensa. Me acerqué a ti, y por Dios que dudé. Los nervios me juegan malas pasadas, a veces siento bolsas de agua en vez de rodillas y mis manos parecen placas tectónicas temblando descaradamente. Me contuve tanto como pude, por que tu historia de las polillas movió mucho en mí. Por que nunca me había imaginado siquiera que podría ser la luz de alguien, mucho menos tu luz. Es emocionante y un poco triste ser una luz de polilla, por que, ¿qué pasaría si la luz quiere a la polilla? ¿si la adora tanto que no quiere que se acerque por que sabe lo que le sucederá? ¿Qué pasaría si la luz quisiera alejarla para no herirla? Esa es la razón de la primer lágrima de aquella noche.
Sonreíste antes de empezar con la canción y supe que yo también sonreía. Sin darme tiempo a más comenzaste la canción y, Dios, la conocía. Ahí comenzaron las malas pasadas de los nervios. Cuando conoces una canción, puedes seguir sin dificultad la letra, y al seguirla sentía que resbalaba por algún lugar desconocido, hundiéndome en el fondo de algo dulce.
Tuve que sentarme, porque me paralicé. Me asusté y me negaba a desmayarme o caerme en ese momento. Me negaba a hacer ruido, a interrumpir una sola nota de toda tu melodía. ¿Has notado que juntas las cejas en las notas altas? ¿Que te balanceas de manera casi imperceptible hacia adelante cuando tus manos acarician cada tecla del piano? ¿Te has dado cuenta de que cierras los ojos al cantar ciertas partes?
Fui descubriendo detalles, pequeñísimos y otros no tanto. Que tu corbata, mi vestido y tus ojos eran de un color similar; como el cielo reflejado en un mar tranquilo. O tal vez como un lago de deshielo, esos lagos de agua azul que sólo puedes creer que existen cuando lo ves en persona.
Me pediste que sonría, yo no sabía que en algún momento había dejado de hacerlo. Miraba todo delante mío y no podía creer lo que veía, lo que oía.
Lloraba por segunda vez en la noche, y tampoco lo había notado. Te cuento ahora, que eran lágrimas de emoción. Ya te había dicho que nadie había hecho algo tan lindo como una cena en el London Eye por mi, o incluso bailar sin música. Mucho menos me han tocado una canción preciosa en piano, vestido de traje mientras yo llevaba un vestido de etiqueta y estábamos rodeados de velas. Es algo tan nuevo y desconocido, como hermoso e inolvidable. Me limpié para sonreírte de nuevo. Recuerdo pensar que la canción por más de que yo la hubiera escuchado miles de veces, saliendo de tus labios era como oírla por primera vez. Me detesté por no tener una grabadora.
"I just want to stay with you in this moment forever. Forever and ever."
Recuerdo pensar en lo injusto que era. ¿Por qué no podía darte un "para siempre" si era lo único que quería? ¿Sería mucho pedir? Un "para siempre", congelar los momentos que quisiéramos, cuando quisiéramos, solo para que el tiempo no siguiera su curso por un rato y poder disfrutar de cada detalle. Era irónico, incluso parecía capricho. ¿Cuántas veces te he dicho que no podía darte un "para siempre"? Y sin embargo ahí estabas, cantando esa canción como si de un desafío se tratase.
Te confieso también, que en ese momento decidí que tenías razón. Que el tiempo es relativo y durara lo que durara mi "para siempre", tal vez podía regalártelo.
Me entró el pánico cuando supe que la canción había acabado, por que sabía que tenía que decir algo, darte una respuesta. ¿Pero qué iba a decirte? ¿Que era muy bonito por tu parte y que deberías pensar en dedicarte a eso? Sería, de algún modo, cruel, decirte algo así con tantos significados y pequeñas confesiones en cada estrofa.

Tonto o no, me sentí orgullosa por haber dejado de llorar como estúpida, al menos hasta que comenzaste a hablar de nuevo. ¿Cómo podías estar hablando de falta de coraje en tí? ¿Cómo podías siquiera pensarlo?
Te miré, pero mirabas el piano o algo más allá, algo que yo no podía ver.
Siempre te he considerado alguien de gran valor, atrevido tal vez, pero en el buen sentido. Siempre has tenido ocurrencias excelentes, algunas brillantes y otras no tanto a decir verdad.
Si supieras lo equivocado que estabas al decir todo eso.. Si superas la mitad de cosas que se... Fui yo quien dijo que no desde el principio y mantuvo esa postura por orgullo, por testaruda. O por torpe, quizás. Tu seguías intentando, incluso durante días, pero yo estaba tan cerrada en mi misma que no pude o no quise verlo.
Me miraste, ahora sí me miraste y me helé por completo. Que sensación tan extraña.
Te dije que para mí no te falta nada, y quería decirte que eres perfecto tal cual eres, que coraje no te falta ni lo necesitas; pero como dije, me helé. Tomé tu mano, fuerte por que sino temblaría. Bajé la vista por que tartamudearía de lo contrario. Acaricié tu mano por que quise entender de dónde sacabas tanto talento; manos de médico, cocinero, guitarrista y pianista.
Seguiste hablando y yo intenté comprender.
Recordé con ternura que hablabas de la sonrisa de tu padre como si fuera solo suya, pero jamás notaste que sonríes de un modo similar cuando sabes algo con certeza. Recordé también tu boda, y no te lo he contado, pero ese día fue extraño en todo sentido. Me encontré con un par de sentimientos que califiqué como "injustificados", por que al ver a Alena allí parada, diciendo que te aceptaba en su vida como.. Bueno, ya sabes todo lo que dicen en las bodas, y luego oírte decir casi lo mismo a ti, fue extraño. Si te soy sincera sentí un vacío, como si algo se comprimiera dentro de mi pecho. En el momento me dije que era por que ella se estaba robando a mi mejor amigo, nada más.
Ahora lo entiendo, y en ese momento, mientras me contabas que tenía que comprender que había cosas que te faltaban, lo entendí por primera vez.
Entendí también, con cierto alivio, que en la pista de hielo no la había cagado, sino que estabas casi o tan asustado como yo.
Ahora que lo pienso, no se cómo no me dio un paro cardíaco, pero aún tengo más por confesarte.

Yo.. iba a decirte que no.

"Siempre he dicho que te quiero, pero nunca antes que te amo, y que lo hago de una forma que me asusta." A veces creo que deberías oírte a ti mismo. Ver de verdad qué dices, por que lo haces de maravilla. ¿Quién diría que una palabra tan cortita, tendría un poder tan grande? Un significado inmenso.
Me pediste matrimonio, abriste una cajita azul frente a mis ojos y me mostraste un hermoso anillo brillando bajo la luz de las velas.
Iba a decirte que no, por que dijiste que querías convertirte en Andrew. Pensé inmediatamente que no podía dejarte caer.
Antes había escrito en la última hoja de mi cuaderno, que una chica sabía la respuesta incluso antes de que le hicieran la pregunta. Mi respuesta era 'no'. 'No' a que cayeras, no a que sufrieras, no a tu dolor y no a la culpa que me mataría por ello. De una manera un tanto retorcida, pero incondicional e inesperada, te quiero. Pensé en decirte "no", por que hay cosas a las que no puedo renunciar, y dejar que cayeras sería renunciar a ti. A despertarte con tu café negro por las mañanas, como cuando te quedaste durmiendo en el sillón aquella "noche de películas". A tus manos ágiles enroscando una bufanda en mi cuello mientras me retas por no ir lo suficientemente abrigada. A tu risa contagiosa; a tus malos chistes y a esa forma tan especial que tienes de sacarme risas y sonrisas. A tu voz de dormido cuando llamo a mala hora y me juras que no te he despertado, cuando ambos sabemos que si. A tus historias, a tus canciones.

Me descubrí a mi misma pensando que tal vez, si era lo que de verdad querías, -y yo también-, tal vez podría dártelo. Que tal vez era más egoísta no hacerlo. Descubrí que quería y quiero regalarte miles de momentos, de charlas tontas a altas horas de la noche, de chocolate caliente y palomitas, de películas y fuegos artificiales.

Terminé asintiendo, llorando y sonriendo por que quería, quería con toda mi alma decirte que sí y ya estaba cansada de intentar comprender la moral humana. Te dije que si, y lo hubiera dicho mil veces más si no fuera porque parte de mí aún estaba paralizada. Tomé tu mano de nuevo, aferrándome al momento porque sabía que sería algo único en mi vida. En nuestras vidas.
Supe, en el momento en que pusiste el anillo en mi dedo, que si era lo que tu y yo queríamos, podía regalarte todos los latidos de mi corazón que quedaran a partir de ese momento, en el sentido más metafórico y literal posible.

Yo seré tu luz, tu estrella; pero buscaremos mejores apodos que "polilla" y "Andrew".

Si me esperas un poco, sólo un poquito, se que lo diré. Por ahora, me conformo con escribirlo.

Te ama, tu Farrah.  

No es tan fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora