12. Inside

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– Bien, aquí estamos –susurro Dante, mirando al frente al igual que todos.

Conforme nos habíamos acercado más a lo que supuse, sería la entrada de ese nuevo sector, la estructura se fue ampliando de forma paulatina, convirtiéndose en un espacio mucho más grande, con enormes y gruesos pilares de concreto, colores grisáceos en diferentes tonos y un techo que podría ser el triple de mi altura. Justo adelante, una enorme puerta de metal a primera vista con un grosor considerable de un material impenetrable bloqueaba el camino, impidiendo el paso a la más mínima corriente de aire que siquiera pensara traspasar.

Dante se acercó, buscando aparentemente algo entre sus bolsillos. Una vez con un diminuto artefacto en mano, echó un rápido vistazo antes de colocarlo justo arriba de un pequeño tablero con números. Supuse que era la cerradura que daba el acceso.

Con una laptop que simplemente no encontraba un momento en específico de donde pudo haberla conseguido, se había agachado, comenzando a teclear de forma veloz, mientras la pantalla mostraba líneas de códigos y números inentendibles para mí.

Todos habíamos quedado en silencio, lanzando miradas fugaces observando al menor, quien con ojos atentos y perspicaces realizaba su trabajo autoproclamado.

Un suspiro abandonó sus labios y su vista finalmente regresó a nosotros. Con un último click sobre el computador, el ruido ligeramente chirriante del metal nos distrajo.

El menor había logrado hackear el sistema.

De abajo a arriba y de forma lenta, el enorme muro metálico se alzó, dejando frente a nosotros un infinito tramo, oscuro y silencioso. Inseguro, comencé a seguir a quien se había postrado al frente, escuchando a nuestra espalda aquel pedazo de acero volviendo a caer directo al suelo.

Punto sin retorno.

Una vez cerrado, gire al frente, mirando más allá del oscuro túnel donde nos habíamos adentrado un punto, blanco, destellante y diminuto que conforme caminaba hacia él, el panorama escondido tras el se volvía más nítido.

Una extraña brisa de repente llego a mi piel, rozándola suavemente, acompañándose por el silbido que él mismo creaba. Mis ojos se cerraron, cegados por la repentina claridad que los azotó, el cambio de densidad del ambiente fue palpable y finalmente la calidez natural del aparente sol tocó mi piel fría.

El azul cielo, las esponjosas nubes blancas, los pastos verdes y los altos árboles adornaban lo que parecía ser la periferia urbana, o en otras palabras, el comienzo de la ciudad.

Del engaño también podía ser un término correcto.

Una extraña opresión apareció sobre mi pecho y las piernas me temblaron cuando mire a mí alrededor. Todo parecía tan malditamente real que asustaba, era simplemente siniestro.

– Será un largo camino –solté al aire, sin intención de que alguien escuchara, mucho menos contestara– atravesaremos una ciudad entera de nuevo –me ensimisme, pasmado y con las energías por los suelos.

– ¿Cómo es posible que pudieran construir todo esto? Es simplemente irreal –Hablo Shaiel caminando por la pequeña colina calle abajo. Mire a mis espaldas donde el aspecto de una aparente cueva ocultaba a la perfección el pasadizo por donde habíamos llegado, cubriéndose por pequeños y verdes arbustos que adornaban alrededor como si fuera una simple área boscosa. Más adelante, una gran calle se extendía frente a nosotros, silenciosa, desierta y extrañamente sin un ápice de desorden o caos.

Mucho menos de infectados. Eso era un alivio.

– ¿Conocen el nombre de la empresa? –Preguntó de repente Kathleen.

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