Veintiocho

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Estar aterrada era poco, ¿verdaderamente ella quería que él siguiera con sus caricias? ¡Pero si la volvían loca! Estaba más que encantada con estas y eso le aterraba, no quería cometer ningún error, pero en esa situación, parecía ya todo perdido.

Se sentía estúpida por estar actuando así, es decir, el chico estaba más que bueno, pero ¿qué se creía para tratarla así? El problema era que ya no le quedaba fuerzas para estamparle una bofetada en la mejilla.

Se sentía débil y temerosa, le daba miedo que él descubriese esas heridas que estaban por todo su cuerpo. Seguramente ya las había sentido cuando sus manos recorrieron frenéticamente su abdomen, pero él no había emitido ni una sola palabra. Solo la besaba intensamente.

-Damian-, susurra y trata de alejarse un poco de él. Sabía que su cara en ese momento era todo un poema, pero ya no quería seguir haciéndolo, al menos, no en ese lugar-, no..-. Pero se le hizo imposible terminar porque la volvió a besar.

-Déjame volver a probarte-, ¿le estaba pidiendo permiso? ¿Ya lo habían hecho? ¡Claro! Antes habían sido novios. Ella se debatía ante tan intensa mirada, su mente estaba bloqueada, realmente no sabía qué decir.

-Estamos en público-, contestó con lo primero que le vino a la mente. Damian soltó una media sonrisa y la tomó de la mano.

-¿Y si nos vamos?-, vaciló. ¿Por qué le encantaba que estuviese así con él? Asintió tímidamente y él la jaló sacándola del lugar.

No estaba pensando nada coherente, la quería en ese momento y no perdería la oportunidad, pero, ¿a dónde la llevaba? ¿Un hotel? ¿Motel? ¿Su casa? Estaba por debatirse qué lugar era el mejor hasta que le llega un mensaje de April: ella no iba a estar hasta al día siguiente por la tarde. No evita sacar una sonrisa.

La iba a llevar a su antiguo lugar, ¿ella diría algo? ¿A su amante le importaría? A él no le importaba en lo absoluto, quería divertirse con ella por más que todo el mundo se lo impidiese. Extrañaba sus caricias, pero solo era eso.

-¿Qué sucede?-, la mira y ella frunce el ceño. Siempre adorable cuando se molestaba.

-Sígueme-, la tomó de la mano y en un segundo se encontraban en un hermoso lugar. ¿Acaso él era vampiro? Podría haberse asustado, pero en verdad, ya nada le sorprendía.

Se siente llevar por él, pasan y suben varios pisos hasta que llegan a un hermoso cuarto, este estaba pintado de un crema mate y aunque el lugar estaba un poco desordenado, se sentía muy cómoda.

¿Por qué no había dicho nada desde que habían llegado? ¿No se daba cuenta que él había mantenido su cuarto tal cual ella lo había dejado? Bufa entre dientes y la vuelve a mirar. Definitivamente ya no tenía intención de encerrarla para que no se escapase, ella ya había elegido su camino y él el suyo, solo quería divertirse un rato.

-Bien-, fue lo único que dijo. Iba a responderle, pero un vago recuerdo le vino directo a la mente: ella conocía esa casa, pero, ¿de dónde? Sintió ganas de vomitar, ¿por qué sentía remordimiento al estar ella ahí?-, ¿te ocurre algo?-

-Nada-, contesta vagamente. Él asiente y se acerca a ella. Puede sentir su respiración entrecortarse otra vez, le encantaba que se pusiese nerviosa cuando él estaba cerca.

Presiona sus labios fugazmente contra los de ella y los empieza a mover. Ambos están con los ojos abiertos, no había ninguna razón para cerrarlos, no habían sentimientos de por medio, al menos él ya no quería nada. Le muerde el labio inferior y sonríe al escuchar un gemido escaparse de su boca.

-Te gusta-, susurra sonriendo de lado.

-Me encanta-, lo mira fijamente a los ojos. Ya no le importaba arriesgarse, eso era lo que ella quería en ese momento y si sentía culpa avecinarse, lo relegaría para el día siguiente cuando se diese cuenta de la gran estupidez que había cometido.

Adicto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora