Seis

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Desperté por la noche con náuseas, me puse mi bata y tuve que pararme como un rayo para ir al baño a vomitar. Creo que el almuerzo me había caído fatal, aquellos garbanzos seguramente estaban en mal estado. Sentía que recogían mi cabello, quería ver quién era pero era más que obvio, además, las náuseas no paraban.

-Tranquila, amor, estoy aquí-, aquellas cuatro palabras me hicieron sonreír, lo amaba tanto.

-Gracias-, dije una vez que terminé y me lavé los dientes, me estrechó entre sus brazos y besó mi frente. Como si se tratara de una bebé me cargó y me tapó con el edredón, él hizo lo mismo y me abrazó por la cintura, así juntándome más a él.

-Descansa, cariño-, susurró y así lo hice, después de que me dijo aquello solo recuerdo una sonrisa en mi rostro y quedarme completamente dormida. Pero precisamente no encontré paz porque aquellos sueños o mejor dicho pesadillas, se sintieron tan reales, como si las estuviera viviendo en carne propia. Ver que todo se derrumbaba a mi alrededor, cómo me atacaban o cómo Damian se alejaba de mí; eso fue lo que hizo que Damian me despertara a besos y caricias.

-Amor-, me miró cuando ya estaba despierta y me abrazó, mis lagrimas salían y yo sollozaba, él me miró con ternura y limpió cada una de ellas, para luego dar un beso en cada rastro que estas habían dejado.

-Por favor nunca me dejes-, sollocé. Me daba tanto miedo que él se alejara de mí, no sabría qué haría sin él.

-Nunca-, sonrió y me abalancé encima de él para abrazarlo, gustoso lo contestó y así nos quedamos hasta que dieron las nueve de la mañana-, qué sensación es estar aquí a tu lado, sosteniéndote en mis brazos-, me susurró por último y me ayudó a parar.

-¿Tú primero?-, le pregunté y él me miró algo confundido hasta que por fin entendió pero negó.

-Primero las princesas-, me hizo sonreír y le besé la mejilla, me encaminé al armario y busqué ropa, luego entre al baño y me duché. Esta vez duró más de lo habitual, estaba pensando en todo lo que había ocurrido en estos días-. ¿Amor ya terminas?-, reaccioné y me apresuré para que él también se bañara.

Luego de estar listos, fuimos de la mano a tomar desayuno, este estuvo basado en besos y cumplidos, nos estábamos comportando como si fuéramos unos adolescentes.

-Damian, te am..-. Y antes de que pudiera continuar sentí otra vez esas ganas insoportables de vomitar, dejé la taza sobre la mesa, o eso creo porque escuché cómo caía al piso y fui de inmediato al baño más cercano. Otra vez sentí que alguien me agarraba el cabello pero esta vez, me lo amarraba con una liga

-¿Segura que estás bien?-, sentía que por su voz estaba bastante preocupado pero yo estaba casi segura de que no era nada de qué preocuparse.

-Sí, solo que me ha caído mal la comida-, eso debía ser sino, ¿qué más? Esa era la única explicación lógica, al parecer.

-Está bien-, y una vez que terminé de expulsar todo el desayuno, Damian me tomó en sus brazos y me llevó a nuestro baño, ahí me sentó sobre el mármol del caño y me desamarró el cabello y empezó a lavar mis dientes. Ese simple gesto me hizo sonreír y una lágrima traviesa salió de mis ojos, él al notarlo se preocupó y la limpió-, nena-, dejó de cepillarme los dientes y me tomó de las manos.

-Gracias-, hablé-, gracias por ser así conmigo, por cuidarme y protegerme como si fuera un bebé-, él sonrió y asintió para luego seguir cepillando mis dientes.

-Nena, recuerda que siempre estaré para ti-, y cuando me estaba a punto de besar escuchamos que alguien carraspeó en la puerta.

-Muchachos-, habló el odioso de Frank-, ¿pueden dejar sus cursilerías para otro momento?-, lo miré ceñuda y torcí los ojos-, bien, Damian, te necesito urgente en mi oficina-, ¿por qué siempre arruinaba todo?

Adicto A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora