Capítulo XXVIII

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Era sorprendente que aún mi boca no hubiera sido invadida por alguna mosca fastidiosa.

El "plan genial" que habían ideado las gemelas era una completa locura.

¡Si me atrevía a hacer eso, no saldría viva del lugar!

Sin embargo, parecía ser que la palabra peligro no existía en su amplio vocabulario.

—¿Y bien? —cuestionó Nadine—. ¿Qué te parece?

—¡Ustedes están locas! —espeté asombrada. No obstante, no pude evitar romper a carcajadas hasta el punto en el que tuve que sostener mi tripa para que no me doliera.

—Pero somos felices —se defendió Pauline con una sonrisa orgullosa.

Yo negué con la cabeza mientras seguía riendo.

A decir verdad, ellas podrían tener algún problema mental. Sin embargo, eran las personas que mejor me habían caído en este baile; y eso no lo podía refutar.

—Vuestra idea sería genial si no hubiera un escándalo asegurado de por medio —aclaré.

—Qué más da —replicó Nadine—. Si te vieras envuelta en un rechazo por parte de esa gente, siempre tendrías la opción de volver a tu antiguo hogar.

—Cierto —opiné—. No saben las ganas que tengo de ver a mis padres.

—¿Y por qué no los has visitado ya? —planteó Pauline.

Yo apreté los labios mientras miraba al suelo reprimiendo algunas lágrimas rebeldes que luchaban por salir.

—No puedo... —susurré.

—¿Cuál es el motivo? —interrogó su hermana.

—Mi... mi padre no me quiere ver cerca de mi familia —farfullé.

—Eso es una tontería, estoy segura de que te echa de menos.

—La última vez que lo vi, dijo que no lo volviera a llamar padre; porque ya había conseguido una vida rodeada de lujos y me olvidaría de él —sollocé.

—Charlotte, no llores —respondieron al unísono mientras me abrazaban—. Algún día te perdonará.

Yo sequé las pequeñas gotas que habían caído sobre mis mejillas y asentí no muy segura de ello. A veces mi padre podía llegar a ser muy terco.

—Ahora tienes que ir a hablar con Ethan, no puedes jugar con sus sentimientos de esa manera.

—Él trabaja en la casa de William —musité.

—Nosotras podríamos colaborar un poco —sugirió Nadine.

—Muchas gracias —susurré.

¡'¡'¡

Tal y como habían dicho, las dos vinieron al día siguiente por la mañana a pedirle permiso a Elizabeth y a Elliot para ir a dar un supuesto paseo por la capital con sus padres.

Claro está que tratándose de las gemelas, también habían engañado a sus progenitores diciéndoles que yo las había invitado a pasar el día en la capital con mi familia.

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