Parte sin título 11

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Estaba en el regazo de Emma, sus brazos musculosos y amorosos me envolvían, prendada en sus ojos verdes cautivadores y encantada con sus labios finos y rosados que se transformaban en una leve sonrisa, la sonrisa que intentaba contener, pero que acababa siempre siendo mayor de lo que ella querría, enseñándome sus torcidos y encantadores dientes, que minutos atrás marcaban mi piel.

Mis dedos ahora paseaban por los acentuados huesos de sus hombros, rodeaban el contorno de su perfecta clavícula, subiendo por el cuello hasta el rostro. La miraba profundamente a sus campos verdes y no conseguía procesar lo que había acabado de decirme.

Click, un chasquido en mi interior y la información se procesó: Emma me amaba.

«Te amo y eso es mucho mayor que el arte»

Aquella simple frase venía cargada de significado, que nadie podría comprender, pero yo sí. Cada palabra. El arte lo era todo para Emma, como ella misma me había dicho un día: era como el oxígeno. Y entonces me decía que amarme era más grande que el arte. ¿Qué significaba aquello?

No pude responderle con palabras, y sinceramente no era necesario.

Emma Swan y yo estábamos desnudas dentro de la tienda en medio de una playa desierta, lejos del alcance de los otros. Yo la amaba. Ella me amaba. Era más que suficiente.

I wanna know what love is

I want you to show me

I wanna feel what love is

I know you can show me

Sentí un líquido salado deslizarse por mis mejillas y solo al ver su mirada sensible, me di cuenta de que estaba llorado, un lloro de pura emoción, pero inoportuno en ese momento.

Aferré su rostro y sellé nuestros labios, encajándolos lentamente, como si nos besáramos por primera vez. Emma siguió mi ritmo, apretándome contra ella cariñosamente y poco a poco, el beso se hizo más profundo, hasta quedarnos sin aire.

Emma giró con fuerza y me acostó sobre la manta, poniéndose encima de mí. Aferró mis muñecas por encima de mi cabeza y me besó con vigor, después sus dedos se entrelazaron con los míos en un firme agarre y su boca volvió a navegar por mi cuello, estremeciéndome entera.

Fui apretando más fuerte sus dedos según sus dientes atacaban mi piel, dejándome enrojecida. Emma volvió a succionar mis pezones, ahora con más intensidad, como si se hubiese librado de su timidez o de algún miedo. Liberamos nuestros dedos y sus manos descendieron por mis piernas, que abría para ella, sin recelo.

Emma descendió el rostro hasta mi barriga y en ese momento sus firmes manos agarraron mi cadera, apretando y atrayéndome hacia ella con fuerza, lo que me hizo arquear la espalda, con la cabeza apoyada en las almohadas. Besó toda mi barriga hasta mi bajo vientre y sus labios húmedos se restregaban en mi piel, causando una alocada revolución en mi interior.

Ella tocó mis muslos con ambas manos y empujó más, mirándome a los ojos todo el tiempo, mientras su boca iba hacia mi sexo, besándome como si me besara en la boca, metiendo su lengua en mí lentamente, haciéndome gemir alto.

«¡Emma!»

Su lengua me penetró delicadamente, se movió en mi interior, inmediatamente salió y ascendió, restregándose en mis labios mayores, lamiéndome toda de arriba abajo

«¡EMMA!»

Me lamía sin parar, con su habilidosa lengua que me dejaba loca, haciendo que mi centro vibrara, mi intimidad parecía estar en llamas y me sentía cada vez más mojada.

Tintas y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora