Parte sin título 10

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Pestañeé lentamente al escuchar aquellas tres palabras. Mi cerebro ignoró el insulto y toda la tensa situación que estaba pasando entre nosotras hasta ese momento, centrándose solo en aquellas tres palabras cargadas de significado

Yo te amo

Regina había dicho que me amaba. Y aunque estaba bebida, parecía asombrada con su confesión, pues reaccionó igual que yo: desorbitó los ojos y abrió la boca, mirándome asustada ante la verdad de sus palabras.

No fueron palabras falsas, porque Regina no era una mentirosa. Ella era intensa, sincera, verdadera. Todo en Regina era tan real y tan intenso que ella misma se asustaba, por eso aquella confesión hecha en un momento de tensión y rabia fue tan vívida.

Nos quedamos en silencio durante un largo rato, mirándonos fijamente, solo sintiendo las emociones que el momento nos traía.

«¿No vas a decir nada?» preguntó Regina de repente, como si tuviera miedo de mi reacción «Mira, sé que estoy borracha y este es un pésimo momento, pero tu silencio me está poniendo nerviosa y...»

Sonriendo sin parar y mirándola a los ojos, avancé en su dirección, ignorando sus palabras. Coloqué la mano en su nuca y la aferré de la cintura con la otra mano, sellando nuestros labios, besándola apasionadamente.

Nos quedamos así, besándonos, largos minutos y cuando el beso acabó, nos miramos de cerca y yo no conseguía hacer otra cosa sino sonreír.

«Regina...» estaba a punto de decirle lo que sentía y ella me miraba llena de esperanzas «Yo...»

Plof

Regina se desmayó y tuve que agarrarla antes de que cayese al suelo.

«Genial...mejor dejar la conversación para después...» dije riendo, cogiendo a Regina y poniéndomela encima de mi hombro.

La cargué hasta el coche, la senté cuidadosamente en el asiento del copiloto, y le puse el cinturón. Conduje de vuelta a la playa desierta y rápidamente monté nuestra tienda. Puse a Regina dentro y la tapé para que pudiera dormir, y no volvió a despertar en ningún momento.

No pude dormir esa noche. Me quedé despierta observándola dormir y después, cuando amaneció, fui a caminar por la orilla, pensando en las últimas veinticuatro horas.

Eran las diez de la mañana cuando me senté cerca de la tienda e iba a comerme una galleta, cuando vi a Regina saliendo, con la cara somnolienta y los cabellos despeinados.

«Buenos días» dije sonriendo y saqué de la bolsa un frasco de aspirinas, y se lo tiré a Regina «Creo que las vas a necesitar...Es para la resaca»

Ella sonrió débilmente y vino a sentarse a mi lado. Cogió la botella de agua y se tomó una pastilla.

«¡Qué dolor de cabeza!» murmuró, poniéndose la mano en la zona «Aún estoy medio mareada, ¿te lo puedes creer?»

«Sí...Bebiste bastante. ¿Dormiste bien?»

«Creo que sí, no sé. Me apagué completamente, ¿no?»

Nos miramos intensamente y la tensión de la noche anterior planeaba entre nosotras.

«¿No te acuerdas?» pregunté en tono bajo

«Más o menos. Recuerdo la fiesta, que fuimos expulsadas, de nuestra pelea...» su voz iba disminuyendo y la tensión entre nosotras aumentaba «Debes estar pensando que soy una borracha impulsiva después de lo de ayer, pero quiero decirte que no lo soy»

Tintas y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora