Parte sin título 13

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(Regina)

If I told you what I was

Would you turn your back on me?

Even if I seem dangerous

Would you be scared?

I get the feeling just because

Everything I touch isn't dark enough

If this problema lies in me

Entre palabras inconexas y afirmaciones de que estaba siendo perseguida e insultada, Emma escuchaba voces que claramente solo existían en su mente.

Enrollada en su edredón, sudada y asustada, se negaba a tomar un baño, a salir o hacer cualquier cosa. Se quedó encogida en la cama como un animal y su comportamiento era completamente diferente al que tenía normalmente.

Yo la miraba y quería llorar, porque no la reconocía. Era difícil reconocer trazos de su personalidad en aquel momento de crisis. Impasible mantener un diálogo real y con lógica. Y en ese momento tuve que reunir todas mis fuerzas y el conocimiento que tenía de las clases y de los libros que había leído para lidiar con ella de la mejor manera posible.

«Emma, mírame» pedí, sin conseguir contener las lágrimas «Mírame, por favor» coloqué las manos en su rostro y con expresión apática ella me encaró, pero no parecía que estuviera viéndome. No era la misma mirada que me dedicaba siempre.

«Cuidado...cuidado con ellos...» agarró mis manos con cierta fuerza y me atrajo hacia ella «¿Tú no me vas a dejar? ¡Protégeme, por favor!» comenzó a llorar de repente y reclinó su cabeza en mi regazo, agarrándome las piernas.

Su madre y yo llorábamos en silencio, intercambiando miradas. Por los menos, nuestra presencia no la asustaba ni hacia que reaccionara de forma agresiva, de momento...

«¿Qué vamos a hacer?» preguntó en voz baja, casi inaudible, pero yo leí sus labios

«Emma, Emma» llamé delicadamente, acariciando su cabeza, entonces ella alzó sus ojos verdes hacia mí «Tenemos que salir del cuarto, tenemos que ir a un sitio...»

«¿Salir? ¡Pero ellos quieren cogerme! ¡Me van a coger si salgo!»

«No, ellos no lo harán. Yo voy a estar contigo y no voy a dejar que nadie te coja, ¿ok?» miraba profundamente sus ojos y apretaba sus manos «¿Confías en mí?»

Y como si en su interior quedarán resquicios de mi Emma, ella asintió

«Confío»

Con mucho cuidado y manejando bien mi arsenal de palabras, conseguí convencer a Emma para que saliera de casa conmigo, pero todo tuvo que ser hecho de forma lenta. Ella no quería ni soltar el edredón, mucho menos tomar un baño o cambiarse de ropa. Mary hacia todo lo que yo pedía y así conseguimos, las dos juntas, que bajara las escaleras, pero al ver a David abajo, Emma enloqueció.

No me tomen a mal los pocos detalles de lo ocurrido, pero es muy doloroso recordar ese momento. El momento en que Emma perdió finalmente la cabeza.

Incontrolable, gritaba acusaciones conspiratorias hacia el padre, le gritaba a las propias voces en su cabeza e intentó agredirlo. En una angustiante carrera, Mary y yo tuvimos que esconder todo lo que pudiera ser usado como arma y David inmovilizó a Emma en el suelo, de espaldas, mientras ella seguía gritando.

Llamé al hospital psiquiátrico y pedí ayuda, contando que Emma era presa de una crisis psicótica grave, que estaba amenazando con herir a personas y que corría el riesgo de herirse y no quedó otra alternativa que ellos vinieran enseguida.

Tintas y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora