Parte sin título 19

878 109 1
                                    


La graduación de Regina fue a mediados de noviembre, y la mía poco después, a comienzos de diciembre. No sé poner en palabras la emoción que sentí al ver a mi futura esposa con la beca, en el escenario, siendo la portavoz de su promoción. Su discurso fue muy emocionante y me hizo llorar, sentada en primera fila:

Sé que todos piensan que somos inmortales. Y así debe ser. Estamos graduándonos. Pero así como en nuestros cinco años de formación, lo que hace la vida valiosa es el hecho de que no dura para siempre. Lo que la hace preciosa es que termina. Eso lo sé ahora más que nunca. Hoy es un día especial para recordar que tenemos suerte. Así que no desperdicien el tiempo viviendo la vida de otro. Haz que la tuya valga algo. Lucha por lo que te importa. Sea lo que sea. Porque aunque tengamos dudas, no hay mejor manera de vivir. Es fácil sentirse esperanzado en un bello día como hoy, pero habrá días sombríos por delante. Días en que te sentirás solo, y es en esos días cuando necesitaremos esperanza. No importa lo mal que se esté o lo perdido que te sientas, prométeme que tendrás esperanzas. Mantenla viva. Tenemos que ser mayores que nuestro sufrimiento. Mi deseo para ustedes es que se vuelvan esperanza. Las personas necesitan eso. Y aunque fallemos, no hay mejor forma de vivir. Como vemos, aquí están hoy todas las personas que nos han ayudado a formarnos en quienes somos. Sé que parece que nos estamos despidiendo, pero cada uno de nosotros estará en las cosas que haremos para recordarnos quién somos y quienes deberíamos ser. He pasado grandes años con todos ustedes, voy a echarlos mucho de menos

Los aplausos formaban una linda melodía.

Regina miró directamente hacia mí y sonrió. La sonrisa más luminosa del planeta.

A pesar de haberse distanciado mucho de Regina en estos dos últimos años, Cora apareció en la ceremonia y me trató educadamente, sin soltar veneno sobre mí. Vino hasta nosotras, estábamos Regina, su padre y hermana, mis padres y hermanos y yo. Cora se acercó y nos quedamos en silencio, como si fuera una extraña invadiendo nuestro espacio.

«Estoy muy orgullosa de ti, Regina. Felicidades» fue lo que dijo, visiblemente emocionada, pero contendiéndose al máximo para no demostrarlo.

«Gracias, mamá»

Se abrazaron, un abrazo corto y rápido, que demostraba lo distantes que aún estaban la una de la otra, las heridas y las palabras no dichas que aún planeaban entre ellas. Cora se marchó tras ese abrazo, pero no dejamos que eso estropease la fiesta.

Todos nos reunimos en un restaurante para celebrarlo.

En mi graduación, yo solo veía a mis padres, hermanos y a Regina llorando a la vez, como auténticos tontos, mientras yo subía al estrado y recibía mi diploma bajo una salva de palmas.

Cuando bajé del estrado, fui agarrada por todos al mismo tiempo, recibiendo besos por todos lados. Me sentía extremadamente feliz y me emocioné mucho con mi padre.

«No sabes lo orgulloso que estoy de ti, hija» dijo llorando «Cuando naciste, supe que serías la alegría de nuestra casa. La pequeñaja de rizos de oro que le había pedido a Dios. Eres una bendición, Emma y no podría quererte más» dijo, con las manos en mi rostro y en aquel momento no me sentí diferente, ya no me sentía una pieza fuera del puzle, me sentí parte esencial de él.

«¡Te quiero, papá!»

Nos abrazamos con fuerza y cuando las lágrimas se esfumaron, vinieron las sonrisas, porque August no paraba de sacarnos fotos. Sacamos tantas fotos que me sentí perdida entre tantos flashes.

Regina me regaló un kit de acuarelas de Van Gogh, que me encantó. En su graduación, yo le regalé una cadena de oro con el tridente, que era el símbolo de la Psicología, y un adorno de un muñequita que representaba a una psicóloga.

Tintas y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora