Parte sin título 2

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Ya estaba bien entrada la madrugada, lo sabía, pero aun así seguía despierta, trabajando en mis pinturas. Sentada en mi mesa, dibujaba por milésima vez los lindos ojos avellanas que me habían conquistado aquella noche.

Sí, después de la fiesta volví a casa y en vez de echarme a dormir, me puse a dibujar. No conseguía controlarme. Había algo dentro de mí muy fuerte que me obligaba a estar siempre dibujando y pintando, y en momentos específicos esa fuerza se volvía aún mayor.

Los ojos de Regina se quedaron grabados en mi memoria como si los conociese de siempre y me inspiraron tanto que, en menos de una hora, había varios folios A4 esparcidos por la mesa con sus ojos.

Ya estaba casi amaneciendo y aún seguía en mi trabajo. De los dibujos en las hojas pasé a los lienzos. Pintaba los ojos más lindos que había visto en un gran lienzo. Solo estaba de braguitas y sujetador, con un delantal amarrado a la cintura y andaba de un lado para otro, dando pinceladas sin parar.

«¿Emma? ¿Qué estás haciendo despierta a estas horas?» mi madre preguntó al abrir la puerta, mirándome desde arriba de las escaleras, ya que mi taller estaba en el sótano.

Me giré hacia ella con la paleta llena de pintura en una mano y el pincel en la otra.

«¿Pintando?» abrí una sonrisa y mamá sacudió la cabeza negativamente, riendo mientas bajaba las escaleras.

«Solo piensas en pintar, Emma. Deberías estar durmiendo, llegaste tarde de la fiesta. ¿Qué es lo que tanto pintas?»

Vacilé un poco en enseñárselo, pero me quité de delante del lienzo. Mi madre, Mary Margaret, se quedó quieta, con cara de boba, delante de mi nueva creación, que aún no había finalizado.

«¿Son los ojos de una mujer?» preguntó lo obvio, inclinando la cabeza hacia un lado

«Son...son los ojos de una mujer...» y mis pensamientos volaron hacia Regina, arrancándome una sonrisa.

«Tiene hermosos ojos. ¿De dónde la conoces?» se giró hacia mí curiosa

«Ah, no, no señora Swan. ¡Nada de interrogatorios a esta hora! ¿No deberías estar durmiendo también?» dejé el pincel dentro del bote con agua y coloqué mi paleta sobre la mesa, pasando las manos por el delantal, pues estaban algo sucias, después me lo quité y lo dejé también en la mesa «¡Vamos, vuelve a tu calentita cama y a dormir!» puse las manos sobre sus brazos cubiertos por la bata de levantar y la empuje delicadamente.

«¡Emma! ¿Estás echando a tu propia madre? ¡No es esa la educación que te he dado!» refunfuñó, haciéndome reír «Estoy despierta porque los ronquidos de tu padre están insoportables esta noche, ¿quién puede dormir con eso?» subía las escaleras y yo la seguía.

«¿Ha vuelto a roncar? ¿Y aquella tira adhesiva que habían comprado? Pensé que había solucionado el problema»

«Ya...¡pues continua roncando y no poco!»

Reí alto en ese momento mientras salíamos juntas del sótano.

«Deberías tomar una tila, así te dormirías y no escucharías sus ronquidos. Creo que también me voy a ir a la cama, estoy cansada»

«Sí, ¡deja para después la pintura de la misteriosa mujer de ojos llamativos!» me pinchó

Mamá es un caso. Tiene buen humor y es dulce. Siempre fue así y por eso la quería mucho y confía en ella. Sólo que yo me sentía un poco insegura porque era bastante diferente a mis hermanos y a mi padre, así a veces terminaba también aislándome incluso de ella.

Tintas y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora