009 | flúor

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×Mercury.

En la media noche del sábado, o el domingo, depende de cómo se vea, finalmente afirmé que me iba a Londres. A pesar de ello, todavía era muy, muy difícil de entender. Es decir, desde una ciudad donde he crecido con playas y palmeras, a un lugar que siempre esta sombrío y a un millón de millas de distancia de mi familia y amigos, en verdad me parecía un error. Y tal vez lo era, pero no lo sabría si me quedaba en Los Angeles. Ya era hora de tomar algunos riesgos.

Todas mis maletas estaban llenas (veinte de ellas, aunque me informaron con tristeza que tendría que dejar varias cosas), estaban listos los papeles para la transferencia (un proceso largo y aburrido que probablemente debió estar en mi lista de pros y contras), mi físico por el médico de cabecera el cual me dijo que si estaba en condiciones de jugar con ellos (realmente odiaba los análisis de sangre y casi me acobardo en ese mismo instante), y ya lo único que quedó fueron las despedidas (algo que he estado teniendo desde que hablé con el entrenador Mathews hace tres días).

Suspiré profundamente, mirando alrededor en mi habitación por última vez.

El reloj seguía corriendo cuando agarré mi bolso de mano. Mis amigos y mi abuela me estaban esperando para decirme adiós afuera.

Apenas crucé el umbral cuando mi teléfono empezó a sonar. He estado recibiendo llamadas y textos todo el día de mis amigos y compañeros para felicitarme y desearme suerte. Incluso recibí un texto de Lucy diciéndome que esperaba que me fuese increíble en Londres. Ella también envió varios pidiéndome disculpas, pero este y los otros fueron ignorados por mi parte.

No había hablado con ella desde que la pillé con Bradley. Estaba segura de que estaría en la práctica de ayer, pero no pude ir porque estaba ocupada con el médico y mi embalaje. La vi una vez en el pasillo en el campus. Estaba siendo dura, pero honestamente no pueden culparme.

Bradley había estado sobrecargando mi teléfono con mensajes de voz y textos ñoños. Incluso me probé a mi misma escuchando todos sus audios, y en cada uno de ellos sonaba triste y desesperado, terminando siempre con un roto «te necesito». Pero esta vez no corrí hacia el de nuevo. Esta vez borré sus mensajes y seguí adelante.

Cuando mi teléfono estaba a punto de dejar de soñar, lo saqué de mi bolsillo y sonreí al ver el identificador de la llamada.

—Hey, chica, —dijo la entrenadora Sharp—. Solo llamaba para desearte suerte.

Sonreí, feliz de escuchar a mi entrenadora—. No tendría esta oportunidad de no ser por ti.

—Eso no es verdad, —confesó—. Eres una futbolista increíble, que habría sido exitosa en cualquier equipo.

—Si soy tan buena, ¿por qué no me quedo aquí y lo espero? —reté. Todavía estaba dudosa, siempre tendré esa duda. ¿Qué hubiese sucedido si me hubiera quedado en Los Angeles?

—Seguridad, —dijo breve—. El permanecer aquí no te permitirá tener cosas grandes. Si vas a Londres, lo tendrás garantizado. Tu madre era de la misma forma, ya sabes. Siempre quería seguridad.

Sonreí, sabiendo que era verdad—. Solo me estás dando imágenes de lo que me diría mi madre, —me reí, sabiendo que diría algo así como: ¡estás tomando una desviación precipitada! ¿Por que te importa tanto el fútbol? ¡Eres igual que tu padre!

Game Theory × n.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora