D I A R I O

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Las hojas tienen un tacto a pergamino, producto de una taza de café que cayó encima, el paso del tiempo y el uso del pequeño diario, que ha ido de un lado a otro siempre en el bolso de Luhan.

En él, desplaza el bolígrafo en momentos de reflexión, en noches en las que siente la espalda cálida de Yixing contra la suya, tardes en que la música de fondo es la que forman unos dedos mágicos con la guitarra. En segundos, minutos y horas de vuelo. En salas de espera y fiestas de cumpleaños. Escribe y escribe, dibuja, anota. Pega recuerdos, cuenta historias, agradece cada segundo de su existencia. Vierte lágrimas silenciosas, porque no todo es felicidad en la vida, y confiesa pensamientos que guarda muy dentro de él.

Mayormente, habla de Yixing. De cómo su sonrisa ha evaporado los sentimientos amargos de un mal día, de cómo la calidez de sus brazos le hace recordar que no está solo. A veces, se dedica a narrar las miles de cosas que no llega a decirle para no parecer cursi, los profundos sentimientos que profesa hacia el, esos que le hacen querer coger de la mano a Yixing y coger el primer avión posible y pisar un suelo en el que puedan ser pareja sin miradas acusatorias, uno en el que puedan entrelazar sus dedos y besarse en cualquier momento tonto.

Uno en el que pueda poner una pequeña cinta de plata en su dedo.

Más de una vez, Yixing levanta la mirada y le observa escribir.

—Cotilla —suele decirle Luhan con una sonrisa y ocultando lo escrito de su amigo, compañero, amante de por vida.

—Seguro que escribes sobre lo maravilloso que soy —comenta, pasando los dedos por el pelaje de Lay Han, al que han sacado a pasear una tarde de otoño en la que las hojas secas cubren el suelo. Un hoyuelo aparece en su mejilla y Luhan escribe sobre él.

Yixing podría parar una guerra con ese hoyuelo. Es extraño, pero siempre me transmite serenidad. Si fuera el Principito, esa hendidura sería mi pequeño planeta y Yixing la rosa a la que cuidaría y amaría.

Luhan muerde la punta del boli. Cursi, piensa para sí mismo pero no tacha palabra alguna. Son sinceras, puro sentimiento transmitido por un gesto en la curva de la mejilla de Yixing.

¿Y si un día no vuelve?, escribe una noche en el que el insomnio le ataca y los brazos de Yixing no están para mecerle al mundo de los sueños. El reloj marca las tres de la mañana. En el exterior sólo se escucha el ruido del camión de la basura.

En esa clase de momentos, cuando los pensamientos pesimistas entran por la puerta de su mente sin llamar primero. Primero entra uno, luego otro y otro, hasta que la llenan por completo y le hacen cerrar los ojos. El diario se desliza de entre los dedos, cae al suelo y él se hace un ovillo en el sofá con el frío de la soledad colándose bajo la piel.

Rato más tarde, alguien le rodea el cuerpo y le deposita un beso en el pelo.

—Siempre volveré —susurra una voz.

Luhan abre los ojos y en la semi oscuridad de la habitación, percibe el perfil masculino de Yixing. Su frente amplia, la nariz tan peculiar, los labios que tantas penas le hacen olvidar. Alza una mano y toca ese rostro frío debido a la noche en el exterior. El contacto le templa el corazón.

—¿Siempre? —pregunta a la vez que el sofá se hunde ante el peso de Yixing. Unos brazos le rodean, unos labios le besan la nuca, unas zapatillas caen al suelo.

—Siempre —murmura Yixing contra la curva del cuello, donde deposita un pequeño beso que hace cerrar los ojos a Luhan y nadar en el sentimiento que produce.

Siempre.

[layhan] 21 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora