P I A N O

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El ascensor no funciona y casi tiene ganas de llamar a la casera y quejarse porque ya es el tercer día seguido, pero siente tal cansancio mental que calla y sube a pie los tres pisos hasta el apartamento.

El edificio está en silencio y sus pisadas hacen eco en la escalera vacía, las tantas de la madrugada que son. Sube el primer y segundo piso y sus pies se paran en el rellano del tercero. Mira la puerta que se alza a la derecha y suelta un suspiro.

¿Estará? ¿No estará?

Sus pensamientos se inclinan hacia lo segundo. Ha perdido la cuenta del número de madrugadas en las que ha vuelto del trabajo para encontrarse con la ausencia de Yixing. Del número de veces que se ha acurrucado en la cama y se lo ha imaginado en brazos de Yifan.

Arrastra los pies hacia la puerta y saca las llaves, inserta la correspondiente en la cerradura y la gira.

El silencio le da la bienvenida a casa.

Cierra la puerta, deja caer la mochila al suelo y se quita los zapatos. Mira el móvil y apaga los datos. Se pasa la mano por la nuca y vuelve a suspirar.

Te echo de menos, idiota.

Camina hacia la pequeña sala y algo llama su atención. Un pequeño punto de luz que brilla encima de la mesa de centro. Se acerca a ella y se da cuenta de que hay más puntos de luz como ese, desperdigados por doquier en los muebles y el suelo, pequeñas velas cuya llamas danzan suavemente.

—¿Qué?

Algo cálido le tapa los ojos y siente el aliento húmedo de otra persona junto a la oreja.

—Feliz cumpleaños, Lu. —Un beso se deposita en la nuca.

Luhan alza las manos y coge las de su compañía. Las aprieta y disfruta de su calidez mientras se gira y se encuentra con el par de ojos dulces de Yixing.

—Xing…

—Sorpresa —dice con una sonrisa en los labios.

—Idiota… —replica sin soltarle la mano.

Yixing baja la mirada. La luz de las velas le tiñe de un toque ámbar la cara.

—¿Me perdonas? —pregunta mirándole de nuevo a los ojos.

Luhan le mantiene la mirada. Nada en esos profundos y dulces ojos marrones que tanto cariño le han dedicado, que tantas veces se han estrechado en finas líneas ante bromas compartidas. Oye las risas en sus recuerdos y una sensación cálida se le extiende por el pecho.

—¿Debería? —contesta con otra pregunta. Las palabras no son frías, hay un deje amistoso en ellas.

Entrelaza los dedos con los de Yixing.

No vale la pena hurgar en la herida.

—Quizás no me lo marezca.

Luhan extiende la mano libre y acuna la mejilla de Yixing. Se acerca y le roza los labios en un beso efímero.

—Ya se me ocurrirán maneras de hacértelo pagar —bromea.

No soporta verle así, consumido por la culpa. No, no es su culpa. No del todo. Él también la comparte por haberse quedado al margen. Por no haber dado un paso al frente y cogido la mano de Yixing en su momento.

—Tu mente siempre ha sido muy imaginativa con los castigos —comenta esbozando una sonrisa que Luhan besa, esta vez con un poco más de intensidad.

Rodea el cuello de Yixing con los brazos y se pega a él. El calor que desprende se lleva el cansancio del día, sus pensamientos funestos, los días y semanas de pesadumbre. Sigue enfadado, dolido, pero son sensaciones que encierra en un cofre y que no va a dejar que le dominen. Yixing está ahí, le siente, le huele, le besa. Nada más importa.

—Y sigue siéndolo —responde participando en ese juego tan natural entre ellos.

Los dedos de Yixing se entierran en el pelo. Luhan besa, paladea, todo a un ritmo lento pero tierno, ambos tomándose tiempo como si se tratara de un reencuentro. Boca contra boca, piel deslizándose sobre piel, dedos despertando partes dormidas, piernas separándose y gemidos sonando en la madrugada.

—Te quiero —susurra Yixing todavía dentro de él después del orgasmo, sus brazos rodeándole de tal manera que parece que tenga miedo de que se vaya a ir.

Luhan le coge la mano sudada y la besa, dejándola después encima del corazón, que todavía late acelerado.

—Yo también te quiero.

No me voy a ir, Xing.

A la noche siguiente, las sábanas permanecen calientes a su lado.

[layhan] 21 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora