-Cazadores de Sombras Los Orígenes: El Ángel Mecánico.

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-Probablemente tendremos que echar la puerta abajo...
-O -replicó Jem; tomo el picaporte y lo giró- no.

La puerta se abrió hacia un rectángulo de oscuridad.

-Bah, eso es simple pereza -bromeó Will.

Se sacó una daga de caza del cinturón y dio un paso hacia dentro con mucho cuidad. Jem lo siguió, apretado con fuerza la cabeza de jade de su bastón. Solían hacer turnos para entrar el primero en situaciones peligrosas, aunque Jem por lo general prefería cubrir la retaguardia; Will siempre olvidaba de mirar a su espalda.

La puerta se cerró tras ellos, atrapándolos en la penumbra. El recibidor tenía casi el mismo aspecto que la primera vez que Will había estado allí; la misma escalera curvada hacia arriba, el mismo elegante suelo de mármol agrietado, el mismo aire cargado de polvo.

Jem alzó la mano, y su pierda mágica resplandeció, asustando a un grupo de escarabajos negros. Huyeron correteando por el suelo, y Will no pudo evitar una mueca de asco.

-Bonito lugar para vivir, ¿no te parece? Esperemos que haya dejado algo atrás aparte de porquería. Una dirección adonde reenviar el correo, un par de piernas cortadas, una prostituta o dos...
-Claro. Quizá, si tenemos suerte, aún podemos contraer sífilis.
-O la viruela demoníaca -sugirió Will alegremente, mientras probaba abrir la puerta bajo la escalera. Se abrió, al igual que lo había hecho la puerta de la entrada-. Siempre nos queda la viruela demoníaca.
-La viruela demoníaca no existe.
-Oh, tú, hombre de poca fe -exclamó Will mientras desaparecía en la oscuridad bajo la escalera.

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Libro: Cazadores de Sombras, Los Orígenes: El Ángel Mecánico.

Página(s): 120/121.

Hablan: Will y Jem.

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