Un grupo de sobrevivientes al apocalipsis zombie se alojan en una prisión abandonada, conformando una comunidad... Hasta que un ataque propició su caída. Tras ello Daryl Dixon, un incomprendido cazador logra salvar a la joven Beth Greene, huyendo ha...
-No sufrieron ningún daño. -Dijo Rick parándose firmemente y mirando a los dos rehenes a su lado.
-¿Dónde está Lamson? -Preguntó la mujer al otro lado del pasillo.
El rostro de la oficial llamada Dawn mostraba frialdad absoluta. Su uniforme negro y su cabello tirante sujeto con un rodete, otorgaban una imagen de mujer seria y calculadora, de seguro nadie se oponía a su palabra. Sus ojos se encontraban brillosos, demostrando que su mente tenía un plan que ellos no esperaban.
A su lado, Beth permanecía sosteniendo la silla de ruedas donde Carol se posaba lesionada. Ella se veía degastada, se podían ver dos grandes cortes en su frente y en su mejilla izquierda. Ella había tenido una larga charla con aquella mujer, donde descubrió que las muertes que había dado a dos oficiales horas atrás y que pesaban en su conciencia, significaban poca cosa para su superior y tal acto quiso ser manipulado para ponerse a su favor. Beth se sentía usada.
Un yeso hacia saber que su antebrazo derecho había sido quebrado, ya habría tiempo para que ella contara lo sucedido, pensó Rick lamentándose por los daños en aquellas mujeres.
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Despertó bajo el brillo del amanecer, los destellos se abrían entre la variedad de verde follaje que ofrecía el bosque que los albergaba. Observó desde su lugar que el perímetro de seguridad que había logrado colocar en algún momento que no recordaba, seguía allí. Pero en realidad lo primero que hizo al despertar fue sentir el cuerpo de su amada junto al suyo, recordando cada movimiento desplegado durante la noche, en la que se entregaron bajo la luz de la luna.
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El abrigo ante el fresco amanecer fue el de sus propios cuerpos aún desnudos y el de una delgada manta que tomó previamente al salir de la casilla, enroscándola y metiéndola en su bolsa. Él abrió los ojos primero, encontrándose abrazado a ella, sujetando el esculpido blanco y muy delgado cuerpo entre sus fornidos brazos. Observó sus cabellos sueltos y olio del perpetuo aroma a frutas frescas que exhalaba, recordaba de pronto mientras lo acariciaba, cada salida en búsqueda de víveres, el pedido especial de Beth, pidiendo su shampo especial.
La observó con detenimiento, contemplaba su calma respiración, logrando transmitirle lo mismo, algo que no había logrado mantener desde noches atrás luego de la muerte de Hershel y el inesperado exilio de la prisión, su guardia se tornaba constante. Examinó cada línea que enmarcaba sus rosados labios, otorgando una hermosa sonrisa, remarcaba con su índice derecho cada uno de ellos, aún sin tocarlos, como queriendo dibujarlos él mismo.
La vio dormida entre sus brazos, sintiéndose el hombre más afortunado de mundo, creyendo vivir una locura, una joven como ella entregándose a poca cosa como él. Nadie lo hubiera permitido antes. Beth era muy joven para estar a su lado. Pero eso ya no importaba, las leyes no existían más. En el fin del mundo, la única ley que regía era mantenerse con vida a como diera lugar, junto a alguien que ayudara a lograrlo.
