Capítulo 8.

153 19 2
                                    

A la mañana siguiente, lo primero que hicieron fue visitar el barrio chino de Tokio para conseguir las identificaciones falsas. Sabían bien que podían contar con los Yakuza para eso, después de todo, la mafia no tenía más aliados que ellos mismos. Su lema siempre fue, confía en la familia, el resto son enemigos. Eso era suficiente para saber que jamás se unirían a los Mikage o los Yenaid.

Cuando llegaron a una pequeña edificación de fachada común y corriente, Vernon fue quien presionó el interruptor para anunciar su presencia. Dentro de un cuarto de seguridad, en la cabina de vigilancia, un hombre de mediana edad, rapado y algo corpulento, encendió el micrófono para pedir que se identificaran.

—Son Vernon. Ren, Joshua, Jeonghan y _______ vienen conmigo. Soy quien habló con su jefe anoche.

Tras oír lo último, el hombre no dudó en permitirles el paso, abriendo las puertas de madera. Del otro lado, dos hombres trajeados y con lentes oscuros, los esperaban para realizar el chequeo. Una vez que los encontraron limpios, les permitieron continuar, siendo guiados por una mujer que parecía ser del servicio.

—Zen-sama los recibirá en un momento —dijo mientras hacía una venia de casi noventa grados, retirándose sin darles la espalda o dirigirles la mirada.

_______ no pudo evitar arquear una ceja ante la actitud de la mujer. Actuaba como si ellos fuesen emperadores o algo así, pero Ren le explicó que así debía actuar la servidumbre de los Yakuza.

Esperaron por unos eternos minutos en los que solo se pasaron observando a su alrededor. Estaban en una habitación casi vacía, en la que había una pequeña mesa ratona, cojines en los que estaban sentados y algún que otro jarrón antiguo en columnas de yeso. La pelinegra era consciente de que nunca había estado en un lugar así, pero si no le fallaba la memoria, juraría que ese lugar se parecía a un dojo que visitó hace mucho tiempo, en una de sus primeras misiones cuando aún pertenecía a los Yenaid.

Cuando todos comenzaron a sentirse incómodos, tanto por el silencio como por el retraso del sujeto al que esperaban, la puerta detrás de ellos se deslizó, dejando ver a un hombre corpulento de unos cuarenta años o más. Su mirada era tan fría que podía congelar hasta el mismísimo polo norte, tenía una cicatriz que le atravesaba su ojo izquierdo y un pequeño corte en su oreja derecha. En los labios, traía un cigarro algo masticado, consumido apenas hasta la mitad y en su mano derecha, traía un reloj de bolsillo con el que venía jugando hasta el momento de caminar hasta su asiento y descansar su cuerpo allí.

—¡Cwhe! Tanto tiempo, socio. ¿Qué los trae por aquí? Lamento el retraso, pero tenía ciertos "asuntillos" que resolver —dijo, haciendo comillas, creando más misterio en sus palabras.

______ se removió incómoda en su sitio cuando el hombre le dirigió la mirada y sonrió de forma sugestiva. En ese momento, Ren no pudo evitar gruñir y pasar su brazo por los hombros de su chica, marcando su territorio ante tal descaro. Vernon solo sonrió al ver a su amigo, estaba seguro de que algo así iba a pasar. Conocía bien a ese hombre y sabía que sus ojos jamás ignoraban a una bella mujer y _____ era más que eso.

—Al menos a la mujer de mi amigo quítale los ojos de encima—bromeó el menor, haciendo que el sujeto levantara sus manos a modo de rendimiento. Si bien no confiaba en nadie que no perteneciera a su gran familia, le tenía cierta estima al castaño de rizos con el que creó lazos desde hace ya tres años. Luego de que Mino naciera y estuvieran huyendo de país en país. Vernon conoció al jefe de los Yakuza de la zona oeste de Tokio y supo que podía pagarle a él por seguridad para sus amigos. Con el tiempo, el hombre dejó de cobrarle, asegurando que ya eran familia, después de todo Vernon siempre había estado para cuando lo necesitaban y eso lo hacía más confiable de lo que aparentaba ser.

Por Venganza (Nu'est) -3° Parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora