Prólogo

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Cuando Katie va a Hogwarts supone que lo más difícil será encontrar amigos o la posibilidad de quedar en Slytherin, pero nunca imaginó que tendría que lidiar con su primer enamoramiento, ¿lo peor? El chico de sus sueños es un despistado amante del quidditch

Prólogo

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Katie miró con curiosidad como varios estudiantes se reunían con sus amigos y sintió una breve punzada de miedo, ¿qué ocurría si ella no conseguía ninguno? ¿Cómo sería estar en Hogwarts sin compañía? Tembló al pensarlo.

Su padre le sonrió con ternura cuando lo notó y apretó su mano de forma cariñosa para infundirle ánimos.

–Todo saldrá bien, Katie, ya verás.

– ¿Y si no quedó en Gryffindor? –murmuró ella, intentando disimular su miedo– ¿Dejarás de quererme?

–Eres mi hija, nunca dejaré de hacerlo -su padre le dedicó una mirada sorprendida-. ¿Por qué dices eso? ¿Alguien te lo ha insinuado?

– ¿Por qué no puedo jugar quidditch? -preguntó Katie, sonrojada, no quería confesarle que había escuchado una conversación entre su madre y Lucy.

–Los de primer ingreso no pueden –dijo de forma distraída su padre mientras le daba un leve empujón hacia el tren–. Será mejor que te apresures a subir.

–Pero…

–No te preocupes, Katie –le sonrió de medio lado–. El próximo año podrás entrar como cazadora, sin importar en que casa quedes tendrán que estar ciegos para no ver lo talentosa que eres.

Katie sonrió ante las palabras de su padre y le dio un abrazo breve para después subir al famoso tren.

–Te veré en Navidad -escuchó que le decía.

Ella asintió sin volverse y arrastró su enorme baúl, en el que probablemente cabrían diez como ella, con una sonrisita nerviosa.

–Todo estará bien –susurró para sí misma mientras miraba alrededor para encontrar un compartimiento vacío–. Eres Katie Bell. Y una Bell puede con cualquier cosa –su sonrisa se volvió más sincera cuando encontró un compartimiento solamente para ella y lo interpretó como una buena señal.

Katie puso las manos en su cabeza, frustrada. Miró alrededor con desesperación y suspiró. ¡Esa era la tercera vez que se perdía en el día! ¡Todo un récord!

–No es tan malo –susurró para sí misma mientras comenzaba a caminar deprisa–. Solamente tengo que encontrar a alguien que conozca el lugar y me explique cómo llegar al aula de Encantamientos, ¿por qué no me fui con Leanne?

Iba tan ensimismada, reprochándose por su falta de cordura que no notó como alguien se dirigía hacia ella a una velocidad de vértigo sino hasta que fue demasiado tarde y se vio lanzada varios metros hacia atrás.

–Lo siento –musitó una voz desconocida, cortando su discurso de enfado, mientras una mano entraba en su campo de visión para ayudarla a levantarse–. Estaba distraído.

–Creo que lo noté –musitó ella al tiempo que se sacudía cualquier rastro de polvo de su uniforme.

El chico rió, sonaba ligeramente aliviado de que no hubiese muerto por el choque, Katie suspiró y levantó la mirada, solamente para quedarse hipnotizada por unos asombrosos ojos negros, se sonrojó ligeramente y deseó que lo atribuyera al golpe, pero él no pareció notarlo.

–Eres Gryffindor -soltó después de unos segundos, sus ojos negros tenían una chispa de curiosidad.

Katie dio una cabezada y le sonrió.

– ¿Tú?

Él asintió.

– ¿No estás muy pequeña para estar por aquí?

–Me perdí –confesó en un susurro, lo que provocó que su acompañante riera de forma adorable.

–Es raro aquel que no se llega a perder en este castillo, así que no te avergüences, muchas veces encuentras atajos o conoces gente nueva, como en este caso –la miró de nuevo–, por cierto, ¿a dónde tienes que ir?

–Encantamientos.

–Te acompaño.

– ¿Seguro?

–Me queda de paso –se encogió de hombros y le hizo una seña para que lo siguiera mientras comenzaba a caminar, Katie, aturdida, lo siguió.

Al cabo de unos minutos el chico le volvió a hablar.

– ¿Te gusta el quidditch?

Katie bufó y esbozó una sonrisa radiante que él no pudo ver.

–La pregunta ofende… eh… –se dio cuenta de que no tenía ni idea del nombre de aquel chico que hacía que sus rodillas temblaran.

–Oliver Wood -se presentó, mirándola de reojo.

–Oliver –repitió–. Katie –se presentó segundos después.

– ¿Oliver Katie?

Ella rió.

–Me llamo Katie Bell.

Oliver le dedicó una mirada divertida cuando se colocó a su lado, lo que provocó que se atrasara de nuevo.

–Katie.

Y en ese momento supo que su nombre sonaba perfecto solamente si era pronunciado por Oliver Wood.

Flotando entre quidditchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora