Capítulo 5: Rendición

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La estación, como siempre, estaba atestada de gente.

Katie miró a su padre, que tenía el ceño fruncido y no paraba de lanzar miradas alrededor.

–No creo que Sirius Black aparezca por aquí –murmuró.

Su padre negó con la cabeza.

–La última vez, Black asesinó a…

–No es necesario repetir eso, cariño –lo cortó su madre, tocándole el brazo, luego la miró con un suspiro–. Katie, ¿no piensas arreglarte un poco? Pareces una chica cualquiera, no una Bell –frunció un poco los labios–. No me gusta eso de que seas calzadora en Gryffindor, ¿por qué no…?

–Basta, madre –Katie frunció el ceño, ganándose una mirada reprobadora de ella–. Es cazadora, no calzadora.

–El como se llame no es importante, deberías de pensar en algo con más futuro. Podrías estudiar para ser…

–Ya me voy –la volvió a interrumpir Katie, no quería discutir eso de nuevo, esa charla siempre la dejaba con un humor de perros y había decidido iniciar el curso con una sonrisa–. O no encontraré un compartimiento vacío.

Su madre solo asintió y le dio un abrazo breve, su padre la acompañó hasta que subió al tren, dándole un beso.

–Sabes que te quiere.

Katie suspiró.

–Lo sé, pero tiene una forma extraña de demostrarlo.

–Ten cuidado, nena, sé que estarás a salvo mientras Dumbledore esté a cargo, pero siempre es mejor que ayudes un poco.

Katie asintió y lo despidió con una sacudida de mano, luego se volvió para encontrar un buen lugar.

–No la vi –Leanne frunció el ceño y agarró otra rana de chocolate–. ¿En serio vino?

–Sí, supongo que porque no había nadie que se quedara con ella en la casa, antes estaba Lucy o algún incauto que pasaba por ahí, con la impresión de que es encantadora.

–Es encantadora, pero no te gusta mucho su compañía porque quiere que seas como ella. Ya sabes, una perfecta bruja de sociedad.

Katie gruñó y se irguió.

–Yo soy toda una bruja de sociedad –levantó el meñique de forma graciosa–. Pregúntame lo que quieras y lo confirmarás, desearás con todo tu ser tener un hermano para que me fije en él.

Leanne rió.

–Ya tengo un hermano, por si no lo recuerdas. Siento que eres algo exagerada. Eres una bruja, en el mal sentido de la palabra, no una dama.

Katie abrió la boca, sorprendida.

–Oh –soltó, con aire dramático, llevándose la mano al pecho y cerrando los ojos, como si hubiera escuchado algo horrible–. Yo no puedo soportar semejante insulto a mi persona –se levató dirigiéndose a la puerta–. Me temo que ya no gozarás mi compañía por esa ofensa –abrió la puerta y miró a Leanne–. Piensa en tus palabras y, cuando regrese, quiero una disculpa –agitó su cabello de forma dramática, guiñándole el ojo–. Iré al tocador –Katie se marchó y, unos pasos más adelante, seguía escuchando las carcajadas de su amiga.

Esbozó una sonrisa complacida mientras caminaba, momentos después miró hacia un compartimiento y su corazón dejó de latir por unos segundos. Ahí estaba Oliver Wood, sonriéndole, junto con Jack, otro chico de séptimo de Ravenclaw llamado Thomas y… Abby Anderson.

Trató de que su expresión no cambiara y les dedicó un saludo rápido, acelerando el paso mientras sentía como su estómago se encogía por la frustración.

Flotando entre quidditchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora