Katie miró alrededor, con el ceño fruncido.
–Raro, muy raro –murmuró.
Se encontraba en los vestidores, con la esperanza de encontrar a Oliver y consolarlo un poco después de su humillante derrota contra Slytherin, debido a que su buscador estrella, Harry Potter, seguía inconsciente en la enfermería después de haber salvado al mundo mágico de vete-a-saber-qué, ya que ni sus amigos ni Dumbledore querían decir que era lo que había hecho en realidad.
– ¿Wood? –preguntó en voz alta, aguzando el oído por si estaba en las duchas, pero el silencio fue lo único que obtuvo como respuesta. Soltó una ligera maldición y salió, mirando en todas las direcciones posibles.
Nada.
Oliver Wood no estaba ahí, y eso la desconcertaba enormemente.
Bufó, frustrada y se encaminó al castillo, ligeramente cabizbaja. No sabía que era lo que le pasaba, solamente que era algo extraño y que se presentaba en los momentos menos esperados, como aquel, en el que se preocupaba demasiado por su obsesionado amigo loco del quidditch, en el que tenía la necesidad de consolarlo y quitarle esa mirada triste que había divisado antes de que él desapareciera en los vestidores.
Gruñó y apretó el paso, notando como el cielo se iba oscureciendo, pensó en que, si se daba prisa, podría alcanzar algo de sopa en el Gran Comedor.
–Maldito sea Oliver Wood y el día en el que me empezó a gustar –farfulló–. Si no como algo, será por su culpa y solamente por su culpa.
Se detuvo abruptamente, pues había escuchado unos ruiditos provenientes de un aula que se encontraba a su derecha, frunció el ceño, confundida.
"De seguro son los gemelos" pensó. "Pero… ¿qué hacen en esa aula si en la Sala Común pueden cuchichear a gusto? A menos que Percy ande cerca".
Curiosa, se acercó a la puerta y, poniéndose de puntitas, pudo contemplar lo que sucedía adentro.
Se esperaba de todo, menos eso.
Eso.
Que la dejó sin aliento y con una sensación de haber sido golpeada brutalmente por una bludger.
"Por mil bludgers" se corrigió.
Silenciosamente, se alejó de la puerta y echó a correr como si la persiguiera un ejército directamente a la Sala Común de Gryffindor, la sopa había quedado olvidada.
–Vamos, Katie, dime que pasó.
–No pasó nada, Leanne –farfulló ella, mirando en dirección al lago.
– ¿Por qué estás así?
–Perdimos la Copa de Quidditch y la de Casas –se encogió de hombros–. Esos son motivos suficientes para querer golpear a un Slytherin. O a Snape. Me enferma verle esa sonrisa tan… desagradable. Es repugnante.
Leanne resopló.
–No culpes a Snape de algo que no tiene nada que ver con él. A otra corte con…
–Ese cuento, Bell –la imitó, mientras sorbía un trago de su jugo de calabaza–. No me pasa nada que sea digno de mención.
– ¿Es sobre tu padre?
Katie sonrió.
–El día en que algo vaya mal con él estaré más triste que Myrtle La Llorona.
Su amiga se estremeció.
–Pero esto debe de tener menos importancia, pero sé que es algo grave, porque estás casi como Myrtle.
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Flotando entre quidditch
FantasyCuando Katie va a Hogwarts supone que lo más difícil será encontrar amigos o la posibilidad de quedar en Slytherin, pero nunca imaginó que tendría que lidiar con su primer enamoramiento, ¿lo peor? El chico de sus sueños es un despistado amante del q...