Epílogo.

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Habían pasado dos años desde que Aaron me propuso matrimonio, y esa misma noche algo especial pasó: me embaracé de una bella niña, que ahora tenía dos años, que llamamos Isabelle. Tres meses después me quedé embarazada de nuevo y tuvimos mellizos; James y Emma. Un año después decidimos que sería momento para la fiesta, ya que la panza se me había ido y no había más problemas pre-parto.

Me observé en el espejo y sonreí a mi reflejo. El vestido de novia que había mandado a confeccionar tenía el escote en forma de corazón, ceñido a mi torso, bordado con algunas flores, todo blanco y la falda de seda de forma acampanada. Mis zapatos eran aguja, de color plateado. Pero no se veían, ya que la falda lo tapaba.

— ¿Puedo pasar? -preguntó Chris, al momento que entraba en la suite donde me estaba preparando.

Yo no me opuse. Mi hermano se acercó a mí y me abrazó.

—Estoy muy nerviosa, Chris -admití y él se rió- ¡Hey! No es gracioso.

—Lo sé, ya tuve experiencia con las bodas... -él sonrió, se le notaba a miles de kilómetros que estaba enamorado de Sally y que la amaba más que a nadie, al igual que a sus dos hijos: Oliver y Leonardo-. Pero todo saldrá bien, Kate, si eso es lo que te preocupa.

—Es que, no es eso, Chris –dije y suspiré-. Amo tanto a Aaron que duele... Tengo miedo de ser yo la que falle.

—Escúchame, Kate -me dijo, dándome vuelta, para mirarlo a los ojos-. Aaron te ama, nunca dejará de hacerlo, han tenido tres preciosos hijos y si... Siempre habrá discusiones, pero no le fallarás. Eres una gran persona y mereces todo lo que tienes... Te amo, hermana.

Lo abracé y muchas lágrimas cayeron por mis mejillas. Maldición, estaba arruinando mi maquillaje.

—Yo te amo a ti, Chris -dije, y nos quedamos así unos cuantos minutos, hasta que mis mejores amigas nos interrumpieron.

— ¡Chris! ¡Sal de aquí, que tú hermana se tiene que casar en diez minutos! -exclamó Sally, separándolo de mí, dándole un beso y arrastrándolo afuera de la habitación. Cerró la puerta tras ella. Luego, ella y Sarah, me miraron fijamente con unas enormes sonrisas en sus caras.

— ¡No puedo que haya llegado el día, Katie-Kat! -exclamó Sarah, y ambas se tiraron arriba mío a abrazarme.

Ambas tenían un vestido de color uva, largo, con un escote en V. Mis bellas damas de honor.

—Ahora, terminaremos de acomodarte, e irás al altar.

***

La música comenzó a sonar, dándome la señal de que era el momento de que tenía que hacer mi entrada.

Caminé por el pasillo y miré a mí alrededor sonriendo. Todas las personas que más amaba estaban allí: mis padres, mis hijos, mis sobrinos. Miré al frente y me encontré con aquellos ojos azules que brillaban de felicidad, que me contemplaban como si fuese la cosa más hermosa que podía a llegar a existir en este mundo.

Aaron estaba más guapo que nunca. Los 27 años le habían sentado mejor que a cualquier hombre que conocía, tenía una barba de dos días, porque él sabía que amaba cuando la dejaba así, su pelo era más corto y ya no tenía aquel corte adolescente que solía tener. Pero había algo que no había cambiado en su aspecto: Su sonrisa. Aquella sonrisa que me había enamorado la primera vez que lo había visto. Esa sonrisa que tanto amaba y que sólo me la dedicaba a mí. Aquella sonrisa que tenía y que jamás se iba de su rostro.

A su lado estaban Stefan, Chris, Nate, y... Zack. Tenía una sonrisa en su rostro y cuando notó que lo estaba observando, me guiñó un ojo. Todos estaban vestidos con un traje color negro, camisa negra y corbata blanca. Contrarios a Aaron, que tenía el traje negro, camisa blanca y corbata negra.

Mi Primer AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora