Capítulo 1.

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Corey en multimedia.

—No comprendo lo que quiere decir —el director suspiró y tocó el puente de su nariz.

Mamá entendía perfectamente lo que el director decía sólo que no lo quería aceptar.

—Señora Clayton, sé que es difícil de asemejar esto, pero necesito que lo comprenda. Si quiere se lo puedo decir en inglés, de pronto no estoy utilizando palabras claras —el director entrelazó sus manos y las dejó sobre su escritorio y le sonrió a mi madre.

—No es necesario, entiendo el español —replicó mamá, un poco ofendida.

Aquí viene la bomba. Cerré los ojos y miré para la ventana, coloqué mi mano como barrera entre mamá y yo. No quería ver su reacción para nada.

—He tomado la difícil decisión... —si claro, "difícil decisión"—, de expulsar a Corey.

—Oh... —dijo mamá y se formó el silencio. No pensaba voltear para nada, no pensaba ver como me asesinaba con la mirada—. Le agradezco que me lo haya informado, director.

—Le pensaba enviar la información con Corey, pero decidí que era mejor que yo se lo testificara —fulminé a Leandro, el director, con la mirada.

—No se preocupe, yo tampoco me hubiera fiado de él —repuso mamá y apreté los labios—. Hasta luego, director. Vamos, Corey.

—Claro —contesté aún mirando la ventana. Esperé hasta que mamá se levantara de la silla y saliera de la oficina. Bajé mi mano y miré con ironía a Leandro—. ¿Sabe algo, Leandro? Me extrañará —apoyé mis codos en su escritorio—. No le guardo rencor, pero no le deseo suerte, no creo en eso. ¿Sabe? Vaya con Dios —sonreí con toda la falsedad que pude y salí de la oficina.

Ya afuera, saqué de mi bolsillo la gran bola de chicle masticada por mí, quité el papel que la cubría y la tiré en el suelo, debajo de la puerta de la muy odiada oficina y estiré el chicle. 

"Esto no quedará así —pensé—. Va a desear no haberme expulsado"

—¡Corey! —mamá apareció por el pasillo y me miró desconcertada.

—¡Ya voy mami! —contesté. Mamá blanqueó los ojos y siguió su camino. Caminando en medio de todos los adolescentes que ya habían salido a recreo, iba yo a unos metros de distancia con las manos en mis bolsillos y la mirada neutra.

—Coral...¡Oye Coral! —rodé los ojos e hice caso omiso al llamado—. ¡Coralsito, pon atención! —paré de caminar y volteé con los ojos cerrados y una sonrisa falsa en mi cara.

—Qué quieres Edwin —pregunté con desdén y seguí caminando. El rubio con acné siguió mi camino, así pasando por la enorme cancha del colegio, chicos y chicas jugando volleyball.

—Malditos infelices —masculló Edwin tocando la parte baja de su cabeza. Tomé el balón que lo había golpeado entre mis manos y miré para los lados, una chica de sexto grado me voleó su mano—. Manda ese balón a la mierda, Coral, a mí nadie me golpea —miró con civismo a la niña que se sonrojó un poco y sonreí. El rubio volteó para seguir el camino y no pensé ni un segundo para hacer remate en su espalda con el balón de volleyball—. ¡¿Pero qué te pasa idiota?! 

—Para empezar, nunca me has caído bien, puberto andante —dije, haciendo referencia a sus granos, vale destacar que no tengo nada en contra de las personas con acné, sólo que él es un fastidio—. Segundo, eres más plano que una tabla de planchar y tienes cara de pared, hace mucho no practicaba un remate y me dije "¿por qué no?" —tiré el balón hacia el grupo de las niñas que no paraban de reír—. Tercero, eres la personas más fastidiosa y masoquista que he conocido, agradece que soy muy tolerante y no te he mandado a comer mierda...oh, verdad, tú no eres comestible —saqué mi celular de mi bolsillo y le mandé un WhatsApp a mi mamá—. Cuarto, me llamo Corey y no Coral. Quinto, déjame en paz, chico, no nos volveremos a ver —entré a mi desolado salón y salí de allí con mi morral en el hombro—. ¿Ves puberto? Con todo lo que te dije deberías haberte ido.

Los Hermanos RyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora