Capítulo 2.

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Tío Thomas en multimedia

—No me parece una decisión muy justa —contemplé el bello sol que se alza en la ciudad y suspiré—. ¿Por qué no se puede venir conmigo? ¿Por qué se tiene que ir donde Melany? 

—Es verdad —entré en la conversación aún mirando por la ventana del carro—. El tío Thomas me puede cuidar por estos meses. 

—¿Ves, Noah? El muchacho quiere venir conmigo, ¿que no tienes en cuenta la opinión de tu hijo? —el tío Thom llevó su mano a su pecho con indignación—. Melany tampoco es un amor.

—Já ¿me lo dices a mí? La tía Melany Ruda Clayton me odia —arrugué mi frente y negué con mi cabeza—. Papá sé que no te caigo bien, pero no sabía que me odiabas.

—No le coloques apodos a mi hermana, Corey; segunda, no te odio hijo, pero tú te buscas esto. Necesito colocar autoridad sobre ti.

—Pero me odia —repliqué—. Melany me odia, Gastón el patón también me odia y Louis...mi propio primo sale huyendo cada vez que me ve, es parte de la magia negra que practica la tía Melany.

—No te odian y Melany no practica magia negra —papá me miró por el espejo retrovisor y entornó los ojos—. Antes, Melany me odia a mí por la manera en la que te estoy criando, no deja que te acerques a su hijo porque sabe como es su sobrino, por eso vas a ir a vivir con ellos. Melany te colocará los pies en la tierra...

—Claro, ya que yo tengo alas y me voy volando.

—Corey —me habló fuerte y me obligué a decir una disculpa entre dientes.

—¿Autoridad? Yo sé de autoridad, Noah —por el lado de la puerta, sin que papá se diera cuenta, el tío Thomas me pasó un celular Samsung que tomé al instante y guardé en mi bolsillo—. No lo dejaría salir a ninguna fiesta y me aseguraría que está estudiando todo el santo día. No lo dejaría ni tener su teléfono móvil a mano.

—Ese no es el problema, Thomas —suspiró y apagó el auto—. Corey no es de fiestas y es un excelente estudiante. Necesito que aprenda qué es una norma y que debe de seguirla.

—Odio las órdenes —dije en susurro al tío Thom en cuanto nos bajamos del auto.

—Lo sé, pero sigue mi juego peke —se aclaró la garganta, yo tomé mi maleta y comencé a arrastrarla por los pasillos del aeropuerto—. Retoma la decisión Noah, yo puedo cuidar al muchacho.

—No —la voz de papá fue firme, pagó a la señora de Donkin Donuts y me pasó una cajita llena de donas.

—Oh, claro, tú y la tía Melany se pusieron de acuerdo para engordarme y después matarme, ¿verdad? —tomé una dona y la llevé a mi boca. He de aceptar que el arequipe por dentro es delicioso.

—Deja la paranoia, Corey —negó con la cabeza—. Necesito que te comportes muy bien, hijo, sé respetuoso con los americanos.

—Adivina —sonreí con sarcasmo— odio a los americanos —lo último lo dije en inglés cuando vi a una pareja americana. El chico rubio y de ojos azules volteó a mirarme con indignación y una pequeña chispa de enojo destellando en sus ojos, le sonreí con todos mis dientes —. Sí, a ustedes los odio —los señalé con mis dedos.

—¡Corey! —papá tomó mi brazo y me comenzó a arrastrar—. Lo siento —le dijo a los turistas.

—¡Yo no! —grité y sentí la palmada de mi padre tan seca que me provocó una mueca de dolor—. ¿Me quieres dejar una marca para que no te olvide, papá? —el tío Thom llegó corriendo detrás de nosotros y con una carcajada chocamos el puño.

Los Hermanos RyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora