N/A: Bien, iba a empezar con esta historia un poco más adelante, pero decidí hacerlo ahora que no estoy en clases y tengo tiempo libre n.n No es un fic muy largo, pero tampoco muy corto, es el primero de Creepypastas que hago y...Sinceramente, espero les guste :3 Si me preguntan si aparecerán algunos otros Creepys...Sí, lo harán, pero no en papeles protagónicos...Vale, me dejaré de hablar. Espero les agrade.
Aileen se dejó caer sobre su butaca de madera y miró aquel rostro desfigurado sin mostrar miedo o sensación alguna. Ella no era esencialmente una policía, o una investigadora, pero sí ayudaba a la policía a interrogar a peligrosos criminales. Tenía la inteligencia y los métodos adecuados para sacarle información a los más duros, por lo que era una importante colaboradora. Contando con apenas diecisiete años de edad, estaba sentada allí, con uno de los asesinos en serie más famosos del mundo.
Y resultaba que aquel chico era el caso más difícil que había tenido. Sencillamente no quería hablar. Se negaba rotundamente a colaborar y parecía estar estudiando atentamente su entorno, como si buscase una brecha para escaparse.
Claro, teóricamente, aquello era imposible.
—Por lo que puedo notar, no te preocupa en lo absoluto que la policía te haya encontrado…Supongo que eres consciente de que te darán pena de muerte.
La amabilidad no había logrado conseguir nada, por lo que a Aileen no le quedaba de otra más que hacerle entender al chico que si no colaboraba, probablemente sería sentenciado a pena de muerte con inyección letal y sabía que aquel muchacho de diecinueve años no quería morir, al menos no todavía.
El comentario pareció surtir algo de efecto porque por primera vez en la noche, sus ojos negros la miraron atentamente y demostraron algo de interés.
—Muy bien, he captado tu atención al menos…-sonrió triunfal la chica-Está claro que si no confiesas tus crímenes y te declaras culpable, serás condenado a muerte. Ni tu ni yo queremos eso, a mí no me apetece ver morir a nadie y mucho menos a alguien que apenas es un poco mayor que yo.
Era cierto. No importaba que tan asesino psicópata pudiese ser la persona, los humanos no tienen ningún derecho de dar muerte a nadie, no son Dios para juzgar y por lo tanto, no tienen derecho a arrebatar la vida de nadie. Aquel chico le causaba desagrado y la hacía enfadar por su tranquilidad, pero sabía que seguramente, era maníaco y tenía problemas mentales. Se notaba en el daño permanente que le había causado a su propio rostro.
El criminal de esa noche era asesino desde los trece años, inteligente y por sobre todo, audaz y valiente, pero también poseía un rostro que no muchos quisieran ver antes de morir. A ella en particular no le parecía alguien esencialmente “feo”, podía admitir que incluso tenía algo que le hacía guapo, pero era consciente de que de despertarse en la mitad de la noche, no querría toparse con esos rasgos tan…Particulares.
Su piel era pálida, su cabello iba en melena caída y lacia, despareja y era azabache como la noche, era alto y parecía ser fuerte, pero lo que más llamaba la atención de todo era su cara, como ha quedado claro. Y es que el chico tenía ojos negros, pero no tenía párpados, como si estos hubiesen sido quemados. Y su boca…Probablemente allí radicaba lo más “impactante”, por decirlo de alguna manera. Tenía labios, sí, pero desde las comisuras de ambos, hacia las orejas, formando una sonrisa, aquel muchacho tenía cortada la cara. Se trataba de una auténtica sonrisa permanente, que cortaba sus mejillas de forma grosera.
—Sólo quiero que hagas señas con la cabeza, no hace falta que me respondas verbalmente, no voy a obligarte a hablar, tienes todo el derecho a permanecer callado, pero quiero que recuerdes lo que te he dicho sobre la pena de muerte…
ESTÁS LEYENDO
Querido Secuestrador.
HorrorAileen Evans sólo era una simple colaboradora de la policía...Pero su vida cambiará drásticamente, la noche en la que tendrá que interrogar a Jeff, el asesino más famoso de la historia y luego Liu, su hermano, aparezca para salvarle de la ley.