N/A: Yo prometí que esta historia no la iba a abandonar y de hecho, no lo hice :) Así que ahora que tengo algo de tiempo libre y que la inspiración ha, de alguna manera, vuelto a mí, la continuaré, sé que a muchos les gustaba y considero horrible que alguien deje de escribir una historia y deje a personas queriendo saber qué va a pasar a continuación. Así que aquí está y espero que les guste mucho.
De pequeños nos dicen que siempre debemos hacer lo mejor posible y lo que esté a nuestro alcance para convertirnos en buenas personas y no quedarnos completamente solos.
Pero a algunos de nosotros no nos dicen eso exactamente sino que debemos hacer lo que sea para conseguir nuestras metas y deseos.
Un ejemplo de alguien a quien le dijeron esto es Kei Evans. Y ésta…Es su historia.
Kei nació en una familia acomodada y de buena posición económica y social. Los Evans eran por ese entonces una familia muy respetada que poseía todo lo que quería. Kei, un chico de piel clara, ojos entre un color extraño que estaba entre el marrón oscuro y el rojo sangre, cabello negro azabache y desde siempre guapo, era uno de los chicos con mayor coeficiente mental que se haya visto.
Se entrenó desde pequeño en las artes marciales, asistía a clases de ajedrez, lectura, matemática, canto y actuación, por lo que no tuvo una infancia idéntica a la de los demás niños. La mayoría del tiempo se encontraba encerrado entre cuatro paredes, estudiando.
No se consideraba a sí mismo alguien feliz, aunque tuviera todos los objetos materiales que quisiera tener. Su madre le amaba, pero no lo sabía comprender y con su padre se veía solamente cuando cenaban.
El pequeño y excéntrico Kei, como lo llamaban la mayoría de los niños del barrio, creció para convertirse en un adolescente revolucionario, rebelde y con problemas de control de ira.
Al cumplir quince años de edad, ya era capaz de hacerle frente a su propio padre para exigirle que le quitaran las estúpidas –según su concepto- clases de actuación, canto, ajedrez, matemática y lectura. No las necesitaba, ya era lo suficientemente bueno en estos aspectos. Sin embargo, nunca retiró de su horario las clases de artes marciales, incluso comenzó a tomar clases de boxeo y también de tiro al blanco.
Rápidamente se convirtió en alguien muy bien parecido, fuerte, independiente, capaz y que llamaba la atención a donde fuera. Más al tener dieciséis años, alguien llegó a su vida para cambiársela por completo.
Su madre, cansada de sentirse sola –ya que tenía un esposo que no la atendía lo suficiente y un hijo que apenas estaba en su casa-, decidió adoptar por cuenta suya a una niña, ya que siempre había deseado tener una hija mujer. Esta niña no tenía nombre en un comienzo, pero tras el papeleo adecuado, comenzó a llamarse Aileen. Aileen Evans.
La niña sabía que aquellos desconocidos que se hacían pasar por sus padres no lo eran en realidad, pero igualmente, se contentó de tener a alguien a quien decirle “mami”. Era una niña muy bonita, de piel suave y tersa, con ojos oscuros que siempre poseían un brillo especial en ellos y un cabello largo, sedoso y precioso de color castaño oscuro.
La primera noche que la niña llegó a la casa de los Evans, Kei fue avisado de que tenía una nueva “hermana”.
Aileen fue presentada a todos los familiares y conocidos de la familia Evans en una cena importante que se realizó en la misma morada de la familia.
Kei se vio obligado a asistir, fue el último en llegar y la niña, al verle, jaló el brazo de su nueva mamá y con voz inocente preguntó:
— ¿Él es mi hermano, mami?
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Querido Secuestrador.
Kinh dịAileen Evans sólo era una simple colaboradora de la policía...Pero su vida cambiará drásticamente, la noche en la que tendrá que interrogar a Jeff, el asesino más famoso de la historia y luego Liu, su hermano, aparezca para salvarle de la ley.