#4: "Cómplice"

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N/A: Perdonen la demora, tendré que cambiar los días de publicación a Jueves y Domingos ¿vale? Es que los sábados se me complica bastante, este nuevo horario es definitivo, al menos hasta que yo empiece las clases, ahí posiblemente cambie otra vez. Perdón por tantos mareos y que lo disfruten.

Si me he comido alguna letra o algo, díganme y lo corrijo, es que ahorita no pude hacerlo :/

“Limpia los platos”, “ordena las habitaciones”, “limpia la casa”, “hazme masajes”…Jeff era un auténtico aprovechado. Y claro, a ella no le quedaba de otra más que hacerle caso o ser castigada por desobediente.

Quería huir y nunca más volver, pero sabía que aquel bosque no era para ella. No lo conocía y ahí radicaba todo el problema, de otra forma, ya se hubiese ido hace mucho.

Tres semanas habían pasado desde su secuestro y ya sentía los huesos dolerle de manera impresionante. Porque no tenía descanso, estaba todo el día de un lado para otro de la casa, haciendo toda clase de cosas. Liu en realidad no era un problema, si bien era cierto que de vez en cuando le ordenaba hacer cosas como que arreglara su habitación, al menos no pedía ayuda hasta para cepillarse los dientes.

Jeff en cambio, parecía tener cinco años porque llegada la noche siempre le pedía a Aileen que le cepillara los dientes y ella tenía que hacerlo.

Les odiaba a ambos, pero si se tuviera que quedar con uno solo, en ese momento diría que Liu era el mejor prospecto.

Cierta noche, en la que Jeff se estiraba sobre su cama con pereza, usando sólo unos bóxers y la pobre chica fue llamada para que le buscara una muda de ropa limpia, llegó su prueba máxima.

Ella estaba sonrojada, frente al armario, evitando verle y buscando la sudadera de Jeff, la cual tenía que sí o sí estar limpia todos los días, aunque fuese mojada, pero limpia al fin y al cabo.

—He estado quieto por demasiado tiempo…-bufaba el azabache- ¿No crees que ha sido así?

—Bueno amo…Yo creo que es lo más sensato siendo que la policía ha de estarte buscando como nunca antes.

Resultaba que se había acostumbrado a la idea de llamarle “amo” tan abiertamente, todo gracias a que una vez pensó que aquel sustantivo era para ella poco más que una palabra común y corriente, ya que ella no tomaba en cuenta el significado de la misma. No le creía a él su amo, por lo que llamarle así ahora era simplemente parte de su rutina diaria.

Algo que se te queda grabado en la cabeza que debes hacer y que luego haces por inercia.

—Es emocionante que lo busquen a uno, la adrenalina que se siente cuando dejas una escena del crimen y luego sabes que te buscan desesperadamente pero que no pueden encontrarte.

Aileen lo miró de soslayo y suspiró por lo bajo. Aquel tipo realmente adoraba ser un criminal. No entendía cómo era posible que alguien pudiese hacerse adicto a algo como derramar sangre personas inocentes. Claro, entendía que tuviese problemas mentales o algo así, pero igualmente nunca llegó a entender cómo es posible que una persona soporte ver tanta sangre y no se vuelva loca. Ella, en ese caso, hace tiempo se habría puesto insana.

No porque odiara la sangre o fuese hemofóbica, es más por la culpa que sentiría de haber acabado con la vida de alguien.

Dejó la ropa perfectamente doblada en los pies de la cama de Jeff y se hizo a un lado, para ver si él necesitaba algo más. Como había dicho desde que llegó, era más sensato consentirles a ambos en lo que quisieran, porque no quería meterse en problemas y tampoco ser golpeada. Además se sentía bastante bien que le consiguieran ropa limpia y la dejaran tomarse un mínimo descanso de quince minutos. Si seguía comportándose, estos “beneficios” no se irían y lo prefería así.

Querido Secuestrador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora