Capítulo IV.

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El conejo se frotaba el entrecejo, pensando que lo que había visto anteriormente era solo una broma por parte de los del estudio de grabación. Si, debía ser eso. La puerta sonó tres veces gracias a unos golpes del otro lado.

Él permitió que pasara quien quiera que fuera, aunque a la primera persona a la que quisiera ver, era a su hija de ojos lila y con pensamientos rebeldes.

―Papá. ―era ella―. ¿Querías hablar conmigo? ―su voz era algo temblorosa, hasta parecía rota.

Él esperó unos cuantos segundos antes de hablar, dio un suspiro fuerte y separó sus labios para pronunciar las siguientes palabras:

―Dime, por favor, dime que ese zorro no hizo lo que vi que hizo. ―Ese zorro, se repitió Judy en la cabeza.

Mientras que ella lo veía con gran seriedad, él no la veía. La cabeza parecía caerle de tanto estrés que se había acumulado en sus hombros. Parecía que no iba a detenerse nunca si es que ella no hablaba.

―Y si lo hizo, ¿Qué? ―respondió desafiante―. ¿Acaso está mal que yo me case?

―No hija. ―contradijo―. Claro que no está mal que te cases, solo que yo hubiera esperado algo más... Normal. ―¿Normal? Se preguntó ella―. Sabes que siempre he esperado que te casaras con un conejo, ya sea de la basura o decente pero tenía que ser un conejo. No un zorro. ―el comentario la ofendió más de lo usual.

―Papá, es mi vida. ¿Si? Y soy mayor de edad. Cualquier cosa que decida, yo asumiré las consecuencias. Me voy a casar con Nick, asistirán a la boda y haremos como si nada de esto no hubiera sucedido. ―el conejo sonrió incrédulo.

―¿Hacer como si nada pasó? Oh, créeme. Eso es lo que más quiero ahora, jovencita. ―la tensión aumentaba más y más con cada palabra―. Pensé que todos, al menos Jill sería la que hiciera algo así, ¿Pero tú? ―voz casi se rompe con esas palabras.

―Te avisaré cuando sean los preparativos para la boda, adiós papá. ―se giró hacia la puerta, molesta, al salir, cerró esta de un portazo tan fuerte que alertó a Kyle, Nick y Bonnie.

Solo vieron a la coneja de ojos lila bajar con un humor que podría matar a alguien si se le cruzaba en el camino. Un mensaje le llegó a Nick a su teléfono. <<Hermano, tu departamento está listo>> Finnick parecía un milagro en ese momento tan inoportuno.

Ella salió de la gigantesca casa madriguera. Al frente de esta, se encontraban dos árboles con una hamaca amarrada en medio. La luz de la luna bañaba a cualquiera que estuviera debajo de ella, y en ese momento, era lo que más necesitaba la coneja.

Sentir una especie de tranquilidad, un ojo en medio de la tormenta. Unas cuantas lágrimas rebeldes se dejaron caer por sus mejillas, soltaba sollozos intermitentes que le dañaban el corazón.

Sintió unas patas rodearle los hombros, sabia de ese tacto. Era Nick. Este le dedicó una suave y cálida sonrisa que, a pesar de saber lo que había sucedido, él parecía que jamás la dejaría sola. Y en ese momento lo estaba demostrando.

―Oye, si quieres un resfrió, solo tenías que decirme que saldrías de noche. ―como extrañaba esas bromas tontas de él, soltó una débil risa que le indicaba al zorro que estaba mejor―. Oye, todo va a estar bien, ¿Si? ―alzó el rostro de ella para que lo viese―. Sí, tal vez no sean los mejores momentos pero esto lo hemos decidido ¿No? ―una sonrisa tranquilizadora se posó en los labios del zorro―. Creo que un poco de espacio para nosotros nos vendría bien, que suerte que Finnick me avisó que ya estaba listo mi departamento.

Las orejas de la coneja se alzaron de sorpresa por la noticia. Él solo la invitó a ponerse de pie e ir al auto para regresar a Zootopia.

***

Nueva Familia. Parte N.-2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora