Capítulo VII.

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El conejo iba de un lado a otro, repasando cada palabras que el zorro le había dicho en la reunión en la pastelería de Gideon. "Pues se podría decir que no fue algo normal." "¿Usted sabe cómo es que ataca un zorro?" "Estaba buscando una presa a la que tener de cena, algo para llenar mi estómago." "Su hija apareció y creo que estoy bastante satisfecho con mi comida." La imagen de su sonrisa tan descarada e hipócrita le recorrió la mente, el solo recordarlo le hacía querer tomar algo para destrozarlo.

Stu no había sido nunca un conejo que peleara. Jamás lo había hecho con mala voluntad o en contra de alguien. Un conejo con actitud tranquila, sin dejar que nada lo afectase o moleste.

Había pasado por momentos malos en su pasado, la sequía de seis meses, la plaga del 93', el día en que Kyle había destruido los campos de trigo con la camioneta azul cuando volvió borracho de un bar.

Eso y tantas otras cosas que parecían el fin del mundo pero de las que había logrado salir adelante con su optimismo y sus ganas de ganarle a la adversidad.

Pero que su hija más querida de entre todas sus hijas se casara con el enemigo natural a su especie, era el acabose, el apocalipsis, la ruina para su vida. Tal vez sea exagerado en extremo pero cuando tu padre es alguien tradicionalista, las cosas se pueden poner mal cuando tratas de hacer algo nuevo en tu vida. Se detuvo en medio del salón, miró por la ventana a su izquierda para admirar el viejo árbol que se había plantado hace mucho tiempo al frente de esa madriguera.

La madriguera de los H era una de las más viejas en toda la Comarca, pasada de generaciones en generaciones y cuidada con mucho cariño por los que la heredaban. Ese árbol era casi tan viejo como la misma casa, y en él, Stu había pasado los mejores momentos con su pequeña Judy dudy. Cuando sus sueños de ser una policía le parecían solo una broma o una idea absurda de la niña.

―Tengo que hacer algo. ―se dijo quitando la mirada de la ventana―. ¿Qué puedo hacer? Tengo que trabajar en las plantaciones y Bonnie descubrirá lo que quiero hacer. ―varias ideas llegaban a su cabeza pero ninguna era lo suficientemente... cuerda como para pasar desapercibida por su hija que se daba cuenta hasta del mas mínimo detalle.

Tres de los hijos de Stu entraron por la puerta principal, riendo y dándose palmadas en la espalda por alguna broma que uno de ellos había hecho anteriormente. Louis, Sherman y Carl. Tres de los doscientos setentaicinco hermanos y hermanas de Judy. Louis era de color marrón claro con una mancha encima de su ojo izquierdo. Sherman era del mismo color que su padre, café pero con los ojos de la madre y el ultimo, Carl, era casi una copia exacta de Judy y Bonnie, solo que en macho. Los tres que habían seguido los pasos de la coneja policía y fueron a la ciudad en busca de sueños más grandes.

Se habían regresado al campo gracias a la situación que se había provocado hace un mes atrás, para ayudar a Stu y dejar la trabajosa rutina que los agobiaba en la ciudad.

Tal vez ellos me puedan ayudar, se dijo en bajo.

―Louis, Sherman, Carl. ―los mencionados dirigieron su mirada atentos a su padre―. Vengan un segundo, por favor. ―los tres conejos de diferentes colores se acercaron con prisa a su padre por si de una urgencia se trataba.

―¿Qué sucede, papá? ―dijo Louis al llegar con su padre―. ¿Hay algún problema?

―Hijos, quiero que hagan algo por mí. Esto debe ser en sumo secreto entre los cuatro, su madre no se debe enterar y lo más importante, deben ser muy discretos con lo que les voy a pedir. ―ellos se miraron entre sí, extrañados, confundidos, pero sonrieron de todos modos.

―No te preocupes papá. ―dijo Carl―. Lo que sea que quieras, pídenoslo. ―el conejo sonrió conmovido. Al menos alguien aun me respeta en esta casa, se dijo mentalmente.

Nueva Familia. Parte N.-2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora