Capítulo 1: De vuelta a New York.

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10 Septiembre 2017
Londres, Inglaterra.

Querida Layla:

Tu padre y yo estamos muy arrepentidos por cómo te tratamos, cuando nos despertamos esa mañana y vimos tu nota, salimos de nuestro shock. Nos dimos cuenta de que fallamos como padres al darte la espalda, que tú en ese momento sólo necesitabas tener a tus padres contigo, sentir que alguien te apoyaba.

Nos pasamos estos tres años tratando de encontrarte, pero así como cuando jugábamos al escondite en el parque, que tu siempre sabias donde ocultarte. ¿Recuerdas?
Se nos hizo difícil saber donde estabas, pero te encontramos y tal vez te estarás preguntando: ¿Por qué no vinieron por mí en vez de mandar esta carta?
Yo quería ir a verte, pero tu padre me convenció de que lo mejor era enviarte una carta primero.
No sabemos si ya tienes tu vida hecha, no sabemos cómo está nuestro nieto o nuestra nieta, pero queríamos pedirte que regreses. Aquí tienes tu casa, tienes a Mia que cuando se entero que te fuiste pasó días llorando, venía todo el tiempo a la casa a ver si tu ya habías regresado. La pasó muy mal, pero sé que tú la pasaste peor y por nuestra culpa. No le dijimos a nadie que estabas embarazada, pensamos que si no le dijiste nada a Mia, que era tu mejor amiga, fue porque no querías que se enterara. Regresa por favor, nos tienes a tu padre y a mí, que si aún no es muy tarde estaríamos encantados de conocer a nuestro nieto o nieta. Te queremos mucho, si aún no nos has perdonado, te entendemos y te pedimos perdón.
Regresa a casa, tengan cuidado.

Con amor, mamá.

Al terminar de leer la carta, ya estaba llorando. No puedo creer que mis padres estuvieron buscándome todo este tiempo, que quieran conocer a mi hijo, que me inviten a regresar a casa justo en este momento. Es como si Dios los mandara. No quiero regresar, pero justo ahora no puedo hacer otra cosa. Me despidieron del trabajo, tengo que pagar el alquiler de la casa y mantener a Luc, mi pequeño.

― ¿Mami? ─Me llamó Luc―. ¿Te hiciste pupa? ―Preguntó tocando mi pierna para que lo subiera a mi regazo.

―No, mi amor. ─Dije sentándolo en mis piernas─. Sólo estoy feliz. ―Dije abrazándolo.

―Ahh. ―Dijo meneando la cabeza de arriba abajo como si entendiera lo que yo le dije. ― ¿Y la gente feli llola? ―Preguntó, mi pequeño que aún no hablaba bien, solo tenía tres años.

―Sí, la gente feliz llora. ―Contesté―. Llora de felicidad. ― ¿Sabes una cosa? ―Pregunté.

― ¿Qué cosha? ―Preguntó.

―Iremos a conocer a tus abuelos. ―Dije y una sonrisa adornó su rostro. ―Claro, solo si tú quieres. ―Añadí.

― ¡Shiii! ―Gritó―. Yo quelo velo.―Dijo feliz.

―La abuela te dará muchos besitos. ―Dije―. Y el abuelo también.

― ¿El agüelo e' tu papá? ―Preguntó, yo asentí. ―Si tú tienes papá... ¿Por qué sho no? ―Preguntó, sentí como si mi corazón se rompía en muchos pedazos. ― ¿Dónde está mi papi? ―Volvió a preguntar.

―Tu... Tu papá, está de viaje. ―Dije lo primero que me llegó a la mente―. Es un viaje largo. ―Añadí.

―Pelo, sho lo quelo vel. ―Dijo haciendo puchero.

―Un día lo veras. ―Dije.

― ¡Sho lo quelo vel ahora! ―Gritó, se puso a llorar.

―Tranquilo, pequeño. ―Susurré―. Te prometo que lo veras muy, muy pronto. ―Dije abrazándolo.

― ¿Lo plometes? ―Preguntó y yo asentí dándole una sonrisa. ―Te quelo ma'. ―Dijo sonriendo. Lo abracé. ¡Dios! Amaba tanto a mi hijo.

•••

Le envíe una carta a mis padres, avisándoles de mi llegada, tomé todos mis ahorros para pagar el último mes de alquiler y comprar los boletos de avión y aun así no podía terminar de creer que regresaría a New York. Pareciera como si fuese ayer cuando salí con mi maleta y mis ahorros, compré un boleto a Londres y empecé de nuevo.

No fue fácil, estar sola en un país que no conoces y por si fuera poco, embarazada. Me quedé unos días en un motel de mala muerte, conseguí trabajo como mesera en un bar, donde noche tras noche los borrachos se querían propasar conmigo, cuando la barriga empezó a notarse y ellos se dieron cuenta, me despidieron. Conseguí otro trabajo como mesera en un restaurante familiar. Marcie, una amiga que había hecho en el bar, me ayudó. Con el sueldo pude alquilar un departamento pequeño y ahorrar un poco de dinero. Cuando estuve en mi séptimo mes de embarazo, me dijeron que ya no podía trabajar más, pero que cuando diera a luz podía volver y ellos me darían trabajo. Lo hice, después de tener a Luc espere a que tuviera ocho meses, lo dejaba con Marcie, ya que ella trabajaba de noche en el bar y yo de día en el restaurante; cuando ella se ofreció a cuidarlo, me negué, pero ella siguió insistiendo y como no tenia de otra, tuve que hacerlo.

Llegó un momento en el que el sueldo como mesera no me alcanzaba para pagar el departamento y mantener a mi hijo, no podía quedarme horas extras porque Marcie tenía que trabajar y yo cuidar a Luc. Pasaba noches en vela tratando de encontrar una manera de conseguir más dinero, dormía tan poco que empezaba a quedarme medio dormida en el trabajo. Mi rendimiento bajó y ellos me despidieron. Por eso es que creo que fue Dios quien trajo a mis padres de regreso a mi vida.

Hice las maletas, recogí todas mis cosas, que no eran muchas, y salí junto a Luc, hacia el aeropuerto.

Ni siquiera pude despedirme de Marcie en persona porque estaba visitando a su familia, tuve que llamarla.

Una vez pasados todos los procedimientos y controles, ya estábamos sentados en el avión.

― ¡Mila, mami, mila! ―Gritó entusiasmado luc―. Shon nubes. ―Dijo mientras miraba las nubes por la ventana con adoración.

―Sí, amor. ―Le dije―. Son nubes, mucha nubes. ―Besé su frente.

―Yo quelo volal en una de esas. ―Dijo. ― ¿Puelo mami? ―Preguntó.

―No, cariño. En las nubes no se puede volar. ―Le expliqué.

― ¡Jo! ―Exclamó. ―Yo quelia, pelo ni modo. ―Dijo y se cruzó de brazos.

Después de unas horas de vuelo, Luc estaba dormido y yo también empezaba a quedarme dormida.

•••

Desperté cuando escuché que ya íbamos a descender. Una vez bajamos del avión, duramos como una hora y media esperando nuestro equipaje, después tomé un taxi en dirección a mi antigua casa.

Cuando bajamos del taxi y el chofer nos bajó las maletas, me puse nerviosa, muy nerviosa. No podía moverme de donde estaba.

― ¿Mami, de quien es esta casota? ―Preguntó Luc alargando la o, asombrado porque la casa de mis padres era grande.

―Es la casa de tus abuelos. ―Contesté.

― ¡¿Mis agüelos viven aquí?! ―Preguntó con asombro.

―Sí. ―Contesté y justo cuando le iba a decir que nos íbamos a quedar aquí, la puerta de la casa se abrió y mi madre nos vio.

¿Dónde Está Mi Papi?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora