Dos

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Sus pasos eran lentos, aquel hombre ya estaba anciano y cada uno de los avanzados era un esfuerzo enorme. Naruto estaba al pendiente de que no tropezara con las piedras, le sorprendió que haya sido el cardenal quien le visitara y no al revés. También quedó admirado cuando supo que en realidad, era muy famoso, tal como lo había dicho la noche anterior.

-Este lugar es un poco tétrico en las noches, ttebayo. –comentó al recordar su estadía anterior.

-¿A qué le temes?

-A nada fuera de lo ordinario. –calmó sus propias dudas, miró de nuevo el lugar. Era muy temprano, apenas había salido el sol hace unos momentos. Era un jardín pequeño, solo tres arbolitos plantados en fila, todo con un orden humano que no le gustó. –No hay flores, ttebayo.

-Había... -dijo tranquilo –pero las espinas se clavaban casualmente en las muñecas de las muchachas y jóvenes.

-Oh... -al parecer todo aquí tenía una razón. Una razón que daba miedo. –Qué tristeza...

-¿Tristeza?

-Aquí hay mucha tristeza.

-Precisamente por eso estuve rogando que te trajeran acá. Es una zona con muchos peligros y como parte del sector que me corresponde, me parece que debía hacer algo.

-¿Pero, usted y yo nos conocemos de algún lado?

-No, no... más bien, las cartas, las revistas, las charlas. –le explicó y luego empezó a toser. –Es... como... sabes que el hecho de ser servidores de Cristo no nos hace libres de malas costumbres. –se rió un poco aunque el rubio no supo cómo interpretar aquello. –Hablan mucho de ti.

-¿Ah, sí?

-Sí. El niño gritón, un poco tonto... con energía para todo. Con ganas de hacerlo todo y un día... ese niño se ordenó. –Naruto sonrió orgulloso. –Se podía pensar que ese sacerdote sería un poco animoso pero... -le dio un golpecito en el hombro –no esperábamos que rompieras reglas así.

-Yo no he roto mi voto.

-Pero si paradigmas.

-Bueno... -debía fingir seriedad aunque estaba muy lejos de sentirse culpable. –Yo... no me siento intranquilo al hacerlo. Creo que... si Él me ha dado esta personalidad, no debo cambiarla, ttebayo.

-Pero la disciplina y el control de tus impulsos si es importante.

-¡Por supuesto! –se adelantó para ponerse en frente del anciano y comenzó a caminar de espaldas, su mano izquierda presionaba el antebrazo derecho que mostraba su musculo desarrollado. –Por eso me ejercito dattebayo.

-No hablo de esa clase de disciplina. –le divirtió sin embargo la vitalidad del joven. -¿Cuántos años tienes?

-Voy para los veintitrés.

-Muy chico aun.

-Comparado con usted, si. –era tal la alegría y el carisma que aquel viejo no pudo tomarse en ofensa esas palabras, aunque si notó que Naruto se mordió el labio arrepentido. –Yo...

-Ya, ya. No es necesario.

-Lo siento. –insistió mientras seguía caminando de esa manera tan particular. -¿Y bien?

-¿Qué sucede?

-Las personas aquí, no parecen muy animadas con mi presencia. –sabía que era un juicio muy rápido pero lo ameritaban las actitudes y conversaciones. –No entiendo en sí, qué esperan de mi, dattebayo.

Desde el cielo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora