Diez

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Cuando las cosas fluyan bien, agradece. Si las cosas van mal, espera. Si no sabes qué esperar, sonríe. Esas son las enseñanzas que te dejo, hermano.

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El cierre estaba corrido, se podía asomar esa bolsita con gomitas, Sasuke no dejaba de desviar la vista a cada cinco o seis segundos, no tenía ganas ni cabeza para decirlo exactamente. Miraba con una serenidad ajena a su siempre explosivo carácter, porque intuía que contra esa mujer de largo cabello rojo, no podría.

Y menos al ver como ese tipo tan persignado y confiado en un ente divino, no dejaba de ser atacado y jaloneado por ella. Suspiró y miró de nuevo hacia el bolso, ella lo había dejado en esa silla, a su lado, supuso que ni siquiera lo notó. Pero él si notaba esa bolsita con gomitas.

Oh, dulces gomitas.

Sasuke odiaba las cosas dulces pero ¡demonios! ¿Cuánto tiempo llevaba encerrado ahí? ¿Dos siglos? ¡Tal vez tres! Necesitaba... esas... gomitas...

La mujer gritaba, lo despeinaba, lo peinaba de nuevo, besaba su cabeza y le pedía perdón. Luego lo volvía a sacudir tras recordar algo nuevo para regañarle. No había duda: era su madre. Eso terminaba por divertirlo, solo le faltaban esas gomitas para tener el espectáculo de su vida. De todos modos, no tendría mucho valor para reírse de la suerte del sacerdote, pues su padre se mantenía de pie, interfiriendo cuando notaba la fuerza de la mujer sobrepasar límites.

Algo le decía que ese hombre daba más miedo cuando estaba enojado.

Jamás confíes en los calladitos...

Luego de unos minutos, Sasuke alzó la vista cuando la puerta de esa habitación se abrió. Era Shikamaru con unos papeles en mano.

-¿Sasuke? ¿Qué haces aquí? No los molestes.

-¿Quién? –la mujer soltó el cuello del chico que ya no tenía sotana (le había pedido que se la quitara para hablar con su hijo y no precisamente con una eminencia). -¿Y tu quién eres, ttebane?

-Yo...

-Es un amigo de nuestro hijo, Kushina. Estaba por presentártelo, por cierto.

-Ya me disculpé. –dijo el rubio mientras al fin disfrutaba el final de su tormento, dejándose caer en una silla.

-Sasuke, sal de aquí. –le ordenó el director. –Te busca la doctora Sakura. –ni siquiera lo miró, porque estaba fingiendo más seriedad de la necesaria. Los tres restantes miraron como el Uchiha se encogía en la silla mirando hacia la ventana, ignorándolo de manera infantil. –Sasuke, obedece.

-Shikamaru, no creo que sea buena idea, está muy enojada y...

-Si está enojada ha de ser por algo. –le interrumpió. –Además, no tiene nada que hacer aquí. –y con esas palabras, Sasuke se levantó ofendido sin mirarlos, salió azotando la puerta.

-Pero que niño tan irrespetuoso, ttebane.

-Madre, no juzgues sin conocer, dattebayo. –le regañó poniéndose la sotana por seguridad. –No lo conoces, yo sí. Y sé que si estaba aquí es porque en verdad lo necesitaba. –puso un gesto de molestia con Shikamaru pero haciendo honor a sus enseñanzas, sonrió olvidando el asunto. -¿Qué sucede? –le preguntó al director del instituto y éste le entregó una hoja rosada con una copia engrapada.

-Es un documento que avala que dormiste solo una noche aquí. –le dijo sudando. –Es para el consejo, por favor, no lo tomes personal.

-No, no te preocupes. –no hizo drama, la firmó con simpleza.

Desde el cielo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora