Catorce

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Por supuesto, comprendo que puedes estar enojado y que será mi culpa lo que se vendrá después de mi partida. Solo que quisiera que comprendieras que esto no es una decisión mía, hice algo malo, Naruto, algo muy malo... pero nuestro Señor me ha perdonado y necesita de mí para esto.

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Cuando Karin llegó de trabajar esa tarde, miró su nueva habitación perfectamente acomodada, olía a lavanda y tenía todo limpio, sacudido y ordenado de manera diferente, era lógico que Naruto había llegado a acomodar a "su gusto" y luego su tía también. Ya tendría tiempo el fin de semana de manejar sus cosas a su antojo.

Bajó ya después de una ducha y observó a Naruto leer un periódico junto con su padre, caminó a la cocina y encontró solamente a Kushina. Contrariada se asomó de nuevo a la sala y miró con más atención.

-Naruto...

-Dime.

-¿Y Sasuke?

-No sé, dormido, dattebayo. Se sentía cansado luego de mover tus cosas. Jamás pensé que tuvieras tanta ropa. –le dijo admirado.

-Pues no todos tenemos votos de pobreza.

-Mi voto no es de pobreza. –se cruzó de brazos. –Es conveniencia, cuando tengo que viajar es más fácil moverme con una sola maleta. –la vio sentarse en el sofá frente a él.

-¿Te irás pronto?

-No he recibido otro mandato. Ya debo ir al Instituto, ese es mi trabajo, allá.

-Pero tú no eres de durar mucho en un lugar.

-Bueno... cierto... es que solamente estoy para hacer algo y luego me mandan a otro y otro lugar... ah... -se cruzó de brazos y recargó la espalda en el respaldo. –Lo que daría por que me dieran una comunidad, un templo, aunque sea chiquito...

-¿A poco estarías a gusto siendo sacerdote comunitario? ¿No te aburrirías?

-Claro que no, sería genial. Conocer a los que se confiesan, todo el chisme para mí solito, dattebayo.

-¡Naruto!

-¡¿Qué?! Dije para mí solito... no puedo decírselo a nadie más... -se rascó la oreja. –Ve a despertar a Sasuke... -le ordenó con tranquilidad. Karin odiaba las órdenes pero no iba a rechazar ésta. Se levantó de un brinco y corrió por las escaleras hasta llegar a la puerta y abrir con tranquilidad la misma.

Esperaba verlo en la cama de ese cuartito que habían acondicionado la noche anterior pero no, estaba recostado en la cama principal, tenía una chamarra cubriéndole el abdomen, su cabello estaba desordenado y su frente tenía una ligera capita de sudor que le dio ganas de secar con una brisa. Sus pestañas estaban largas y las cejas eran perfectas, delineadas y todo... aunque se notaban naturales. Una parte de ella sintió envidia pero pesaba más ese revuelo en su estómago, esa emoción creciendo en su interior, agolpándose en su garganta queriendo salir por medio de un grito agudo al ver semejante atractivo.

Subió una rodilla a la cama y puso sus manos en el colchón para soportar su peso y subirse un poco más, para mirarlo de más cerca. Acercó su rostro imaginando qué estaría soñando para hacer ese gesto de molestia de la nada, quizá estaría soñando con el instituto, pensó ella, imaginando que era un lugar horrible y tenebroso. Sintió un poco de pena por él al imaginar qué clase de problemas tendría para tener esas marcas en sus muñecas.

Este chico resultaba ser todo un misterio y ella pensaba entonces que no debía sentirse culpable, un hombre misterioso siempre es atractivo para las mujeres. Un chico de ojos tristes, necesitado de cariño y comprensión. Karin deseaba conocerlo más, hablar tanto como Naruto lo hacía. ¿Qué debía hacer para acercarse? Él no se mostraba tan abierto a una amistad, a nada.

Desde el cielo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora