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Hey, chico de la iglesia.

En el abrazo de La Paz, por supuesto que me abrazaste. Y yo, incómoda, lo correspondí.

En el momento de la comunión, quedaste detrás de mí en la fila.

Y me hablaste.

—Tu amiga es rara. No paraba de hacerme preguntas extrañas.

—Lo siento —respondí—. Después te explicaré las cosas.

Asentiste y no volvimos a hablar.

-Lu.

Hey, chico de la iglesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora