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Hey, chico de la iglesia.

Bloqueaste tu celular y me miraste con una pequeña sonrisa.

Tus ojos estaban apagados.

¿Estás bien, Andrew?

—Lo estoy —me respondiste y sonreíste.

—¿Por qué me mientes?

—¿A qué te refieres, Lu?

—Tú no estás bien. Se nota. Y entiendo que no quieras decirme qué te pasa, ya que no hay la suficiente confianza... pero sí te puedo decir que conmigo puedes contar, y que sea lo que sea, tiene solución.

Te regalé una sonrisa y la respondiste, estaba a punto de irme pero me detuviste.

Me dijiste que no me fuera.

Y te desahogaste. Me contaste todo lo que te pasaba. Tu abuela estaba enferma, y me enseñaste una foto de ella... la misma foto que estabas observando antes de que yo llegara.

Te consolé y te dije que todo iba a estar bien, y que ella se sanaría pronto si tenía la fe suficiente. Y muchas cosas más.

Me agradeciste y observaste mis manos. Ahí sostenía firme mi nuevo celular.

¿Te lo regalaron de cumpleaños?

Asentí, tú sonreíste y me pediste que lo desbloqueara. Luego lo agarraste y tecleaste algunas cosas.

Luego llegó mi madre avisándome que ya era hora de irnos.

Me despedí de ti y me dijiste, entregándome mi celular:

Escríbeme en cuanto llegues a tu casa.

Habías guardado tú numero en mi móvil.

-Lu.

Hey, chico de la iglesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora