57

559 36 3
                                    

A las 11:00 de la mañana Lucía despertó. Y se encontró con los seres que más amaba ahogados en llanto. Se preocupó e intentó moverse, pero no se sentía con fuerzas. Se sentía desvanecida.

No le prestó atención y puso su mirada sobre su hermano.

—Jorge —sonrió—. Estás aquí.

Su hermano mayor se acercó a ella y plantó un beso sobre su cabeza.

—Claro que sí, y ya no me apartaré más —dijo en un hilo de voz.

Ella intentó abrazarlo pero de nuevo fue en vano.

—Bueno —articuló cuando su hermano se separó de ella—. ¿Qué dijo el doctor?

Los cuarto se miraron entre sí. Andrew agarró su fría mano.

Él se estremeció un poco.

—No siento mi cuerpo, mamá, ¿puedes decirme qué les dijo el doctor?

Marie toma un suspiro y mira a su hija.

—Eres la persona más fuerte que conozco, Lu... cada día he vivido orgullosa de la hija que tengo, y lo sabes... hace un par de años, nos dijiste que los médicos no te iban a decir qué hacer, que el único que te iba a detener era Dios... pues mi niña... ya... —ella solloza—. No puedo hacerlo —se interrumpe rompiendo de nuevo en llanto.

Lucía mira a su padre esperando una respuesta. No se la da. Su hermano, tampoco.

Su única esperanza era su novio.

—Amor, dime qué está pasando —pidió seria—. Tú sí me dirás.

Andrew mira hacia el techo y luego de vuelta a su novia.

—Mi vida... estoy seguro de que esto no te afectará, porque tú sabes aceptar la voluntad de Dios... pero a nosotros nos afecta demasiado, ¿sabes? Ay, mi ángel —sorbe por la nariz y acaricia la cabeza de Lucía—. Tienes un cáncer óseo terminal —susurra cerrando los ojos—. Te queda un mes de vida, Lu.

Y claro, todos sabían que ella no iba a llorar...

Soltó unas estruendosas carcajadas.

—Bueno, Andrew, tienes razón... puede que no quiera morirme, pero tampoco me importa que Dios me quiera llevar, y lo saben cada uno de ustedes. Y sí, sé que es difícil que... bueno... ya saben. Pero escuchen, yo ya me puedo ir en paz... cumplí mi misión en la vida, claramente me faltó cumplir mis sueños... pero eso no importa... lo que importa es que... —sus ojos comenzaron a cristalizarse—. Que Dios, como dijo mamá, ya me está diciendo que me detenga... hasta aquí he llegado —limpia sus mejillas—. Yo quiero y puedo irme... en paz.

Andrew se sintió renovado, Lucía siempre lograba que él sacara fuerzas de donde no hay.

He ahí el problema.

Lu era su fuerza.

¿Que sería de Andrew, entonces, sin ella?

Él sacudió la cabeza y le sonrió a su novia.

—Eres increíble, siempre lo he sabido —le dice seguido de darle un beso en la cabeza.

Todos de alguna manera sonrieron.

Pero aún seguían devastados.

Hey, chico de la iglesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora