Epílogo

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Efectivamente, Lucía falleció a los treinta días después de que el doctor se lo dijera a sus más allegados. El dolor para ellos (principalmente para su madre) fue algo que no se puede explicar con palabras.

La velaron y luego la enterraron, algo muy discreto pero muy hermoso, ya que los niños a los que últimamente la difunta acompañaba para darles unas clases, se habían unido en oración juntos y luego cantaron una canción en su homenaje.

Andrew no sabía cómo sentirse. Estaba derrotado, porque ya no tendría a la única persona que era capaz de darle fuerzas cuando ya no tenía.

Pero se sentía tranquilo. Porque el amor de su vida estaría recibiendo su merecido descanso después de tanto.

Ella se lo merecía.

Ella lo necesitaba.

Cuando el entierro terminó, todos se marcharon (a excepción de sus padres, hermano y novio), después de dar el pésame a los padres de la difunta.

Andrew estaba a punto de irse, pero Marie lo detuvo.

—Andrew... Lucía te dejó esto —su suegra le extendió un pequeño papel. Él lo recibió con rapidez—. Tú siempre seguirás siendo parte de la familia, Andy, siempre serás bienvenido en nuestra casa para lo que quieras... Tenlo presente.

—Gracias, señora Marie —susurró desganado—. Nunca los voy a abandonar, este chico les molestará la vida muchos años más —rió secamente. A pesar de la broma que había hecho, no se sentía con ganas para reír.

Le dio un abrazo a sus suegros y un apretón de manos a su cuñado. Se dio la vuelta dispuesto a marcharse.

Cuando llegó a su auto su cuñado lo llamó.

—Andrew —musitó Jorge, quién no había dejado de llorar y lamentarse.

—Dime —respondió Andrew.

—Lo que me dijiste el otro día, en el hospital... respecto a Lucía, bueno... gracias. Por eso y por hacerla feliz, en estos días cuando estábamos solos no dejaba de decirme que eras lo mejor que le había pasado, que siempre estuviste para ella todo este tiempo... Y yo te lo quiero agradecer... porque yo no estuve cuando ella me necesitó, pero ahí estuviste tú, para que ella no se sintiera sola... gracias, de corazón.

Andrew sonrió y miró hacia el cielo, pensando que Lucía debe estar feliz viendo desde allá arriba lo que decía su hermano mayor.

—Te lo dije, mi ángel —susurró aún observando el cielo. Volvió la vista a su cuñado—. No sabes lo que hubiera hecho por tu hermana, Jorge... ella era mi todo... lo sigue siendo, así ella ya no esté.

Ambos sonrieron y se fundieron en un abrazo, uno que, por cierto, jamás olvidarían.

••••

Cuando Andrew subió a su habitación, leyó la nota que le había dejado su novia.

Los ojos se le inundaron de lágrimas y soltó pequeñas risitas.

Extrañaría tanto a su ángel.

Al terminar de leerla, sin dudarlo se dirigió a la casa de sus suegros, y explicó el motivo de su visita.

Subió hacia la habitación de Lucía e hizo lo que indicaba la nota.

Se quedó asombrado, y un tanto divertido, no podía creer que Lucía se haya enamorado de él mucho antes de lo que pensaba.

Reía con cada nota, y recreaba en su mente las escenas que Lucía narraba en esos pequeños papeles. Todo con amor y con alegría.

Se sentía mucho mejor y más cerca de su Lucía leyendo todo.

—Te amo tanto, mi Lu —susurró cerrando los ojos que comenzaban a cristalizarse.

••••

Los días, meses y años pasaron volando, Andrew iba dos veces a la semana a la tumba de su novia. Del amor de su vida. Porque a pesar de que él estaba enterrando su pasado, no podía dejar de ir.

Siete años más tarde de la muerte de Lucía, Andrew decidió llevar consigo a su nueva novia, Karina, con la que llevaba un año, pero no le había comentado acerca de Lucía, así que ese día decidió contárselo todo y visitarla juntos.

Llegaron agarrados de la mano, pero en cuanto llegaron a la tumba, Karina decidió soltarlo.

—Mi amor —susurró hacia la tumba y volteó la vista hacia su actual novia—. Lo siento, la costumbre —dijo con algo de vergüenza.

—Andy, por Dios —respondió en broma—. No es problema.

Andrew rió y volvió la vista a la tumba.

—Estoy cumpliendo con lo que me dijiste, rehice mi vida, Lu, estoy con una buena mujer y si Dios me lo permite ella será la mujer de mi vida... no creas que me olvidaré de ti o de tus padres, para nada, sé que Karina me va a entender y apoyar... ya no me duele que hayas partido, pero te sigo amando con cada fibra de mi ser, y por eso decidí darme la oportunidad de volver a enamorarme... porque yo sé que eso era lo que querías... te amo demasiado, mejor amiga.

Karina tenía sus ojos cristalizados viendo y escuchando a Andrew.

—¿Puedo decirle algo? —preguntó susurrando, Andrew asintió. Ella se puso en cuclillas para observar mejor la tumba—. Bien... Lucía, he oído muchísimas cosas lindas sobre ti... y créeme que te admiro por la persona que fuiste, por todo lo que luchaste, y por la buena persona que hiciste de Andy... un hombre serio, respetuoso, caballeroso... él dice que es gracias a ti, y yo le creo, ¿sabes? Le creo... espero que desde allá arriba cuides de nuestra relación... y por favor, no estés celosa de mí, que lo que quiero con Andy es que sea el hombre más feliz del mundo... lo prometo —finalizó alzando su mano derecha, dando su palabra, luego se levantó y limpió sus lágrimas.

Andy sonríe un poco y la abraza.

—Gracias por esas palabras tan preciosas que le dijiste a mi Lu.

—No es nada, mi amor —respondió Karina acariciando la espalda de su novio.

••••

Doce años habían pasado desde la muerte de Lucía, y afortunadamente la vida de sus más allegados era muy cercana a ser perfecta.

Su novio, Andrew, es un prestigioso ingeniero reconocido por toda la ciudad, se casó con Karina y tuvieron cuatro hijos: dos adoptivos y dos biológicos.

Su hermano, Jorge, superó todos los problemas con su padre y las drogas también. Es un arquitecto también conocido por toda la ciudad. Está casado con la que fue su novia cuando tenía 25 años, Lauren, y tuvo una preciosa hija, a la que decidió poner el nombre de su difunta hermana, Lucía.

Sus padres, Diego y Marie son pensionados gracias a sus años de trabajo, y por supuesto que nunca están solos, siempre están Jorge, Andrew, o sus amigos cercanos para hacerles compañía.

Su mejor amiga, Marian, era una guitarrista profesional, como siempre lo había soñado. Y su hermano, Alex, se entregó a la vida sacerdotal e hizo su labor perfectamente, en honor a su difunta madre (madrina de Lucía), sus hermanos, y su casi hermana, Lucía.

Su mejor amigo, Santiago, también había salido del mundo de las drogas, y estaba firme en su trabajo de fotógrafo. Se casó y tuvo dos hijos, una niña, a quien llamó Lucía, en honor a su mejor amiga, y un niño, Alejandro.

Hugo, a quien no se mencionó en la historia, pero que fue un amigo muy cercano a Lucía, tanto que ella lo consideraba su hermano, es un empresario que apenas estaba comenzando a volar, pero con un gran futuro por delante, en Francia.

El Sacerdote de la iglesia a la que asistía, siguió haciendo su labor en distintas iglesias de la ciudad, y aún se mantenía en constante contacto con Marie y Diego, hasta que el Obispo de la ciudad, decidió enviarlo a los Estados Unidos, entonces el contacto era muy poco.

Todos seguían amando y recordando a Lucía con una sonrisa, e imaginando lo feliz que estaba desde el cielo, viendo a todos los seres que ella amaba, triunfando y siendo felices.

Y así lo era, Lucía estaba dichosa, desde el cielo.

F I N.

Hey, chico de la iglesia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora