Capítulo 11: Mundo secreto

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Mundo secreto

Lo que descubrió la dejó desconcertada.

Solo cuando pasaba dentro de la abertura las luces se prendían. No. Mejor dicho, se dejaban ver. Lámparas antiguas con un líquido que brillaba furiosamente, colgaban de lo que era el techo. Las plantas acuáticas cubrían las paredes, lo cual decoraba con un estilo salvaje. Todo oculto tras una capa de invisibilidad realmente buena. No hubiera sido prudente que las luces centellearan hacia afuera, como los caricaturescos tesoros de los cofres que se ven usualmente en los dibujos animados. Para evitar cualquier mínima atención, se habían vuelto parte del paisaje.

Sin embargo, algo en la entrada del lugar mucho más asombroso las esperaba. Al menos, para Yaima. Caribdis se encontraba justo en frente, pero su cuerpo era tan gordo que sobresalía por los costados. Nadó lentamente hacia ella, y se asomó sobre su hombro.

Sentado, ¿o sentada? Contra el piso, se encontraba una criatura deforme, con la cabeza ovalada y los brazos muy finos, los cuales no coincidían con su cuerpo. Parecía ciego, ya que no se le veían ojos, pero si miraba fijamente, allí camuflados entre su piel babosa, había dos puntitos brillantes y negros. Yaima supuso que igualmente no veía nada.

Caribdis se alejó de ella, e hizo una reverencia. Yaima la imitó. El animal, levantó dos de sus brazos y la tomó. Su cuerpo parecía el de una muñeca Barbie a su lado. La enrosco firmemente, blandiéndola en una especie de abrazo. Inhaló con fuerza y luego la soltó.

- Es tu día de suerte - dijo la criatura, con la voz más grave que había escuchado jamás, soltando mil burbujas por debajo de su cuerpo. Lo siguiente que hizo fue correrse a un costado, aplastándose hasta hacerse muy estrecho. Caribdis la miró, y luego paso hacia el otro lado. Le pareció ver que le mostraba una sonrisita. Yaima no entendía lo gracioso. Era su turno, la había abandonado y tenía que enfrentar sola a esa cosa. ¡Qué buena idea!

Se acercó con temor, y simplemente dejó que la criatura la agarrara. Le produjo asco porque era pegajosa. La presionó muy fuerte. Pasaron varios segundos, y su corazón empezó a acelerar. Intentó calmarse, porque tal vez la criatura se daría cuenta de su nerviosismo. ¿Si no la reconocía que debía hacer?

De repente, un movimiento brusco interrumpió sus pensamientos. Estaba meciéndola de un lado a otro, y con otro brazo comenzó a tocarle el rostro. Se dio cuenta que tenía ventosas a lo largo del brazo. Aquello era un pulpo asquerosamente gigante.

El pulpo gruño, pensativo. Si hubiera estado fuera del agua en esos momentos, hubiera comenzado a sudar. El tentáculo, recorrió su cabello, y su cola. Sus aletas dorsales y la caudal. La acerco a él, e inhaló.

- Es tu día de suerte, porque no puedo probar lo que pienso. - espetó. Y la soltó con fuerza, tirándola hacia atrás.

Cuando se hizo a un lado Yaima pasó lo más rápido que pudo hacia el otro lado. Y el pulpo volvió a achancharse contra en piso tapando por completo la puerta, a la espera de nuevos visitantes entrometidos.

- Caribdis - la tomo del brazo para detenerla. - ¿Por qué no me dijiste que esa cosa estaría en la entrada?

- ¿Para qué? - realmente parecía no entender.

-¿¡Cómo para qué!? Para estar preparada, no quiero que me ocultes las cosas que vamos a encontrar, si lo sabes desde antes. - le explicó.

-Yaima si te lo decía, ibas a ponerte muy nerviosa. - la tomo de los hombros y la miro fijamente - Aparte, sabía que mi hechizo funcionaria a la perfección.

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