Apetito [✔]

1 | James C

Capítulo uno: "James C"

Desde el primer momento en el que Spencer apagó la alarma y se desperezó en la cama supo que le esperaba un día movido. No por nada, sino porque su yo del día anterior ya se había encargado de dejarle un aviso en el título de la alarma que parpadeaba en su móvil: ¡NO TE QUEDES DORMIDO, HOY ES LA PRESENTACIÓN!

Al principio se preguntó ¿qué presentación? No era como si siguiese estudiando y tuviese que exponer un trabajo de la universidad frente a grupo de profesores viejos y estirados que lo juzgaban con la mirada. Gracias al cielo esos días habían pasado. Entonces, ¿a qué presentación se refería el Spencer de unas horas antes? ¿Estaría borracho y se habría inventado aquello? Era una posibilidad.

Pero todo cobró sentido cuando se frotó los ojos y vislumbró el traje colgado en el armario frente a él. El mismo traje que había comprado una semana antes para la ocasión y que su jefa había aprobado con un asentimiento de cabeza. Pensar en su jefa lo llevó a la editorial, la editorial lo llevó a sus ilustraciones y sus ilustraciones lo llevaron al libro.

¡El libro! Por Dios, ¿cómo se le había olvidado? Iban a presentar el libro que había ilustrado. Un proyecto en el que llevaba trabajando varios meses y al que le había cogido mucho cariño. Y, de paso, iba a conocer al autor de la obra por primera vez. No estaba nervioso por ello ni mucho menos, ya que ambos habían intercambiado bastantes palabras por correo electrónico a lo largo de esos meses. Pero hablar cara a cara iba a ser algo muy distinto. Digamos que se sentía expectante.

Terminó de estirarse bajo las sábanas, se incorporó y resopló con exasperación. El reloj digital de la mesita de noche marcaba las cinco de la tarde. Sí, puede que se hubiese quedado dormido por la mañana y ni siquiera hubiese almorzado, pero aquella noche el insomnio había hecho de las suyas y había aprovechado para seguir trabajando en unos bocetos. La presentación empezaba a las ocho, así que más le valía sacar el culo de la cama y prepararse. Por suerte sus compañeros de piso se habían marchado y se habían llevado a Chicha, porque de lo contrario acudiría al evento lleno de pelos de su amigo canino.

Hizo todo lo pertinente: se desperezó un poco más de camino al baño, abrió la llave del agua y se quedó dentro de la ducha por unos cuantos minutos. Su tono de llamada sonó varias veces desde la habitación. Supuso que sería su jefa, histérica —para variar— y queriéndose asegurar de que estaba vivo para el evento. Al salir de la ducha lo confirmó, Anne era la culpable de que su teléfono estuviese a punto de explotar debido a la cantidad de llamadas y mensajes que llegaban.

—Espero que estés ya vestido y de camino al recinto —siseó al otro lado de la línea.

—Buenas tardes a ti también —comentó. El chico se imaginó a su jefa rodando los ojos y haciendo todo lo posible por disimular su tic nervioso—. Anne, tranquila, todavía es temprano. Si me dejas de llamar podré vestirme y me tendrás allí en menos que canta un gallo.