2 | Las segundas partes siempre son malas

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Capítulo dos: "Las segundas partes siempre son malas"

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Capítulo dos: "Las segundas partes siempre son malas"

—¿Qué...?

Connor se quedó sin respiración, al igual que el chico de pelo rosa sentado frente a él que le extendía la mano para saludarlo. En los ojos de ambos se podía percibir la misma confusión, aquella que inmovilizó al rubio y lo dejó plantado de espaldas al público. Su cuerpo no le respondía. De no haber sido por los flashes y los gritos de la audiencia se habría olvidado de dónde estaba y lo que se suponía que había ido a hacer allí.

Spencer tragó saliva de manera ruidosa. Disimuló la subida de temperatura que había sufrido su cuerpo e hizo un gran esfuerzo por no levantarse de la silla y salir corriendo. Su mente aún estaba procesando que la persona con la que había detallado las ilustraciones por correo electrónico durante meses era la misma a la que casi se había tirado en los baños de un McDonald's. ¿Cuáles eran las posibilidades de que eso pasara? Entre el 5 y el 1 %, probablemente.

Sin embargo, ahí estaba. Mirándolo primero con sorpresa y luego con una formalidad que a saber de dónde había salido. Se aclaró la garganta, recuperó la sonrisa que había perdido unos segundos atrás y le estrechó la mano. A Spencer le dio escalofríos el contacto de ambas manos, más aún la caricia leve que le dio con el pulgar. El mismo que había estado en su boca menos de una hora atrás.

Tengo que dejar de rememorar estas cosas, pensó. No ayudaba a que el nudo de su estómago se disipase. Separó la mano en cuanto el gesto fue lo suficientemente cortés y la escondió debajo de la mesa en tanto que el rubio la rodeaba y se sentaba a su lado. Lo miró por el rabillo del ojo, luego al público y por último a sus compañeros de mesa. Meredith era demasiado inteligente como para no haber notado la incomodidad de los dos chicos, pero lo disimuló a la perfección. En cuanto a los demás, parecían estar demasiado nerviosos por la presentación como para reparar en ello.

Las próximas dos horas iban a ser curiosas, de eso no había duda.

—De nuevo, muchas gracias a todos por venir. Y, sobre todo, gracias a James C por acceder a acompañarnos en persona.

Un chico del staff les hizo entrega de un micrófono igual que el de Anne y Connor rio un poco antes de hablar. A Spencer le pareció la risa más falsa que había escuchado en mucho tiempo.

—Me podéis llamar por mi nombre, Connor.

Más gritos, más aplausos, más entusiasmo. Spencer se puso enfermo. Solo había transcurrido un minuto desde que se había presentado al mundo y ya lo estaban elogiando por cualquier cosa. Hasta por respirar. Se contuvo en no ser muy evidente con sus expresiones de aborrecimiento.

—Un gusto conocerte al fin, Connor. —Anne sonaba como una niña pequeña a la que le acababan de regalar una golosina. Estaba encantada de que el autor que había llevado a la editorial al estrellato fuese además digno de salir en portadas de revista—. Tenemos muchas cosas de las que hablar esta noche, pero comencemos por lo obvio. ¿Qué te llevó a querer mantener el anonimato en un principio?

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