3 | Antes de lo que esperas

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Capítulo tres: "Antes de lo que esperas"

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Capítulo tres: "Antes de lo que esperas"

El fin de semana pasó tan rápido como vino, en un parpadeo. La única compañía de Spencer fue Chicha, el paquete de tabaco que tenía de repuesto y los miles de bocetos sin terminar que estaban esparcidos por toda la habitación. A ese ritmo ellos también tendrían que empezar a pagar el alquiler.

Sus tres compañeros de piso se la pasaban fuera todo el día, lo que agradecía. Le permitía poner la música por su mini altavoz tan alta como quisiese, cantar a todo pulmón 1950 de King Princess por el apartamento y cocinar para él solo. Aunque, siendo realistas, la mitad de las comidas consistían en un sándwich de cualquier cosa que hubiese en la nevera. Un par de comisiones en las que tenía que trabajar para finales de semana le estaban chupando la energía que necesitaba para preparar platos más elaborados. Las comisiones y cierto rubio con tatuajes que no dejaba de publicar contenido en las redes sociales.

Connor lo había seguido en Instagram. No iba a mentir, lo pilló desprevenido. A fin de cuentas, creía que lo ocurrido en la presentación quedaría en el olvido. Había tenido tiempo para recapacitar y había llegado a la conclusión de que lo mejor era hacer como si nada hubiese pasado. Aplicar la ley de "si te veo de nuevo no te conozco" que era tan usada en las aplicaciones para hombres gais y bisexuales —o como ellos se llamaban a sí mismos, "heteros discretos" —. El problema era que esa ley empezaba a desmoronarse cuando el chico con el que te has liado es el autor del libro que has ilustrado y que planea publicar una secuela, también con tus ilustraciones.

Esto es surrealista.

Quizás lo era, pero repetírselo no iba a hacer que dejase de ser verdad. Suspiró, se incorporó en la silla del escritorio y encendió la lamparita para contemplar los progresos que había hecho en la última hora: ninguno. Estaba estancado en una ilustración para una portada de fantasía. La anatomía humana y los personajes en general eran su especialidad. Cuando lo sacabas de ahí y le pedías que hiciese un paisaje medieval con un par de dragones de fondo y miles de detalles más, eso era otra cosa. Para rematar ni siquiera tenía el boceto final, lo que significaba que todavía tenía que pasarlo a digital y trabajar con los colores desde la tableta gráfica. Le dio jaqueca solo de pensarlo.

Con los ojos aún fijos en los garabatos del papel movió el brazo y tomó el paquete de tabaco. Al abrirlo se llevó la decepción de que estaba vacío. Tras soltar un bufido desesperado se levantó de la silla giratoria, se enfundó en el primer abrigo que encontró en el armario y abandonó la habitación. Aprovecharía el paseo al estanco para sacar a Chicha y que a ambos les diese el aire. Llevaba varios días encerrado en el piso y, a pesar de que eso no solía ser un problema, cuando estaba sofocado le venía bien vagar por la ciudad y despejar la mente.

Era miércoles y sus compañeros de piso estaban trabajando o en la universidad, lo que significaba que el animal no salía desde el día anterior. A Chicha le encantaba el parque de enfrente y sabía que irían en cuanto se acercó a él con la correa. Esperó paciente a que se la pusiera mientras lo observaba con sus ojos oscuros y moviendo la cola con efusividad. Spencer sonrió sin poder evitarlo y lo acarició antes de salir de la vivienda. Comprobó que llevase tanto la cartera como las llaves y tomó el ascensor para salir del edificio.

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