7 | Tortitas y multitudes

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Capítulo siete: "Tortitas y multitudes"

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Capítulo siete: "Tortitas y multitudes"

La ventana seguía abierta al día siguiente, por eso Spencer se despertó antes de lo normal. La claridad del exterior lo obligó a abrir los ojos y removerse en la cama mientras la cabeza comenzaba a dolerle. No fue consciente de que cierto rubio había desaparecido hasta que se arrimó a la otra esquina de la cama de forma inconsciente y la encontró vacía.

Momentos de la noche anterior bombardearon su mente, uno detrás de otro. Se movió en el colchón y al mirar a su alrededor fue como si pudiera verse a sí mismo y a Connor en los distintos lugares de la habitación. Sobre la cama, apoyados en el escritorio, contra la pared... Sus mejillas ardieron con solo recordarlo y trató de pensar en otra cosa, sabiendo de antemano que sería imposible.

Se sentía raro. Todas las veces en las que se había llevado a algún hombre a la cama después de salir de fiesta ni siquiera lo recordaba al día siguiente. Despertaba envuelto en una serie de recuerdos difusos y escenas borrosas en las que no podía verle el rostro al chico, incluso cuando no estaba tan ebrio. Sin embargo, ese día fue suficiente con abrir los ojos para rememorar a Connor debajo de él, abrazándolo por la espalda y mirándolo a los ojos mientras lo embestía.

Sí, definitivamente es una imagen que necesito recordar para el resto de mis días.

Apenas pudo sonreír a causa del recuerdo ya que al incorporarse sintió un fuerte dolor muscular tanto en las rodillas como en la espalda. Se apoyó en el cabecero de la cama y se estiró en un intento por calmarlo. No sirvió. Soltó un suspiro e hizo el mayor de los esfuerzos para salir de la cama mientras maldecía por lo bajo. Se juró a sí mismo no volver a tener sexo durante más de una hora, aunque sabía que no lo cumpliría. Sobre todo si Connor estaba dispuesto a repetirlo.

Recorrió la estancia arrastrando los pies, se acercó a la ventana y levantó la persiana hasta arriba. Un tímido rayo de sol se coló por el cristal e iluminó aún más el desastre en el que su habitación se había convertido. Para empezar, la papelera estaba a rebosar de bocetos y todavía había algunos esparcidos por el suelo. En segundo lugar, el bote de lubricante había desaparecido y el líquido había acabado manchando todo. Eso había sido culpa de Connor, quien tenía la paciencia de un niño pequeño y en un intento por cogerlo lo derramó. Por último, y no menos importante, las sábanas grises ahora manchadas de blanco esperaban arrugadas en una esquina a que hiciese algo con ellas.

Adoptó una mueca de desagrado en tanto que tomaba las sábanas y las doblaba como podía. Se puso el pijama con el que se suponía que había dormido, escondió como fue capaz el cúmulo de sábanas bajo el brazo y se preparó antes de abrir la puerta. Tenía que ser rápido en atravesar el pasillo y entrar al cuarto del final del pasillo sin que lo viesen. Connor se habría asegurado de salir sin que lo escuchasen, por lo que no le apetecía que sus compañeros de piso supiesen que habían pasado la noche juntos, teniendo en cuenta que unas sábanas llenas de semen no iban a ayudarle a alejar sospechas. Sara vio a Connor llegar, pero le importaba tan poco que probablemente no dijese nada.

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