Capítulo 1 Un malhumorado Conejito

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Un día de monotonía más se suma a su lista mental cuando pone un pie dentro de casa. Guinda las llaves, se quita los zapatos avanzando a la sala donde lanza su saco sobre el borde del sillón vinotinto junto con su cuerpo. Estaba agotado sin dudas. El trabajo estuvo intenso en la oficina; papeles por firmar, oficios por revisar, documentos los cuales debía enviar... incansable. Lanzo un suspiro volviendo a repetirse como cada día que necesitaba hacer algo diferente. Tal vez viajar, conocer paisajes y gente nueva. No es que no tuviera amistades pero, su corto tiempo no le daba ni para visitarlos. Poco a poco cerró sus ojos dejándose envolver por los brazos de Morfeo.

Aun se sentía cansado parecía que aquella siesta no le hiso nada y el mullido sillón no ayudaba mucho que digamos. Bufo molesto parándose e hiendo de mala gana a la cocina mientras se rascaba la nuca rítmicamente. Una vez en el sitio tomo la tetera para preparar un té de manzanilla a ver si con eso se relajaba, una vez listo se sirvió en una taza de cerámica su preciado elixir y bebió un sorbo. Se dirigía a su habitación a descansar en su cómoda cama cuando un ruido prominente del refrigerador, al parecer, capto su atención. Intrigado dejo la taza en el mesón aéreo y abrió la puerta paseando sus ojos por su interior, no encontrando nada volviendo a cerrar. De nuevo el mismo ruidito de algo roendo se manifestó, volviendo abrir la nevera molestó creyendo que debía ser un condenado ratón comiéndose sus alimentos. Con rapidez deslizo las gavetas inferiores donde guardaba los vegetales.

- Pero ¡¿Qué rayos?!

Dice al observar a un pequeño humanoide con orejitas y cola de conejo atrapado en el acto roendo una zanahoria de su tamaño o tal vez más grande que el. Lo tomo entre sus manos y éste no opone resistencia alguna; cabía perfectamente en la palma de su mano. Intrigado por tal hermosa criatura toca su esponjada colita sin ningún tipo de cuidado provocando que el pequeño conejito se cayera a un lado, quedando en una pose muy sugerente. Éste emitió un jadeo seguido de un quejido por tal brusca acción.

- ¡Ah!... tsk... ¡estúpido dobe no toques eso!

Se sorprende al instante dando un leve respingón es su lugar. Aquel pequeño animalillo - si es que se le puede llamar de ese modo a un "humano conejo" - puede hablar perfectamente y al parecer tiene un muy mal carácter, mira que llamarlo de esa manera tan despectiva...

-¡¿Cómo me llamaste teme?!

-¡mhg! - volvió a gemir sintiendo como el gigantesco rubio presiona con un poco mas de fuerza su cola - ¡DOBE! - le grita enfadado ya que eso le ha provocado tanto dolor como otra cosa que no le agradaría explicar por su orgullo.

-¿Con que esas tenemos eh? - una sonrisa socarrona se le dibuja en su rostro al de ojos azules mientras que a los cristalinos azabaches del conejito se le humedecen y voltean a otra dirección al sentir como aquel grandulón empieza a mover en círculos su colita.

- ¿Vas a seguir quejándote o es que esos gemidos que haces es por otro tipo de reacción? - dice con su ladina sonrisa.

El conejito no dijo nada solo se dedicaba a gemir de molestia y placer, ya que ese movimiento sugerente del dedo del gran rubio rozaba su...

-¡AUCH! - se quejo el rubio producto del tremendo mordisco que le proporciono el pequeño conejito desgraciado - ¡TEME!

Quería darle un pellizco en sus nalguitas redonditas por haber hecho tal gesto doloroso, pero el conejito se movió tan rápido saltando de la palma de su mano que no vio cuando de la nada se metía por detrás del refrigerador. Se asomo como podía pero era inútil no podía ver nada y mucho menos meter su mano por el estrecho hueco. Quejándose y maldiciendo al pequeño intruso se fue a por una linterna al garaje. Al regresar la encendió alumbrando la oscuridad del túnel y lo que vio le dolió tanto que una punzada en su pecho le hiso recriminarse por ello. El pequeño conejito se encontraba de rodillas dándole la espalda y sobándose la despeinada colita, mientras que unos pequeños gimoteos salían de su boca.

Había lastimado al pequeñín sin ningún tipo de consideración solo por que el puto conejito le pareció tan condenadamente lindo, adorable... y... sacudió su cabeza ahí estaban de nuevo sus pensamientos impuros. ¡Esa criaturita era irresistible! Esa piel blanca y suave, esos ojos preciosos tal cual ónix y su cabello sedoso azabache... ¡Dios no sabía de dónde había salido pero era un pecado!... Y lo lastimo.

- ey - llamo suave al conejito a lo cual éste dio un respingón al ver al rubial lanzando un pequeño gruñido y vio como sus ojos cambiaban del azabache al rojo carmín intenso, algo que a pesar de ser alarmante y dar miedo, las ganas de querer ayudarlo eran más grande - oye lo siento ¿sí? No quise lastimarte dattebayo.

Pero el conejito lo miraba desde su posición con una mirada fría que claramente decía "Largo". El rubial suspiro diciendo un "de acuerdo" y se fue de la vista del animalito dejándolo solo de nuevo en la oscuridad.

Una vez solo bajo su cabeza triste y volvió a revisar su colita. Le dolía mucho, a pesar de que le provocara también otro tipo de sensación el rubio fue muy brusco con él. Y pensar que esos ojos azules brillantes cual zafiro lo observaron primero con curiosidad, sumergiéndose en ellos y dejando que lo tomara entre sus manos creyendo falsamente que no le haría nada malo. Que tonto fue al pensarlo... Todos y cada una de las personas que lo veían tenían ese mismo tipo de reacción, las mismas miradas de lujuria.

Chasqueo con su lengua molesto por todo y no pudiendo evitar que las lagrimas brotaban de sus ojos. Era su maldición y había cargado con ella toda su vida. El era un hibrido pero no uno cualquiera; se trataba de una clase especial de humanoide, uno el cual su olor corporal liberaba una especie de feromonas que volvían locos a los humanos incitándolos a hacerle cosas impuras. Aunque el problema no era solo eso... había algo peor y era... Sus pensamientos fueron interrumpiendo por una brillante luz segadora, coloco sus manos al frente de su rostro para evitar que aquella radiante cosa le escociera los ojos. Una cosa esponjosa, húmeda y redonda callo justo a unos centímetros de sus pies.

- Lo siento... - volvió a escuchar la voz del rubio que lo miraba con tristeza - he ido a buscar una pomada para ti, impregne el algodón con ella. Toma un pedazo de él que no esté sucio y aplícalo en la zona lastimada - explico con suavidad esperando a que el conejito tomara un trozo y lo untara con cuidado en la zona - lo siento - volvió a repetir una vez vio como el conejito ponía cara de alivio al aplicarse la pomada. Al menos le estaba ayudando un poco - te dejo tranquilo para que descanses en paz... dejare esto aquí y me iré ¿sí? Descansa. Lo siento - repitió por tercera vez antes de marcharse a su habitación a dormir. Estaba seguro que en la mañana el animalito no estaría por la cocina y menos por la casa pero, al menos la culpa de no haberlo ayudado por lastimarlo sería menos.

El conejito una vez vio que el rubial abandonaba la instancia salió sigilosamente asomando su cabeza para verificar que de verdad se había marchado y dejado a su paso lo que parecía unos pañuelos para que pudiera descansar en ellos. Levanto un borde de uno de estos sonriendo y agradeciéndole mentalmente al rubio por tal gesto. Nunca nadie había sido tan considerado con su persona.




Un malhumorado conejito...

Watashi No Shiisai UsagiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora