Una generación, una poesía revulsiva, evolutiva y revolucionaria.
Aquello que merecía la pena, esos labios, esos bazos en cruz, el desafío, esos pucheros fingidos.
La cara más amarga del Jazz la descubrí el día en que mi telón de acero cedió, el día en el que hubo otras perspectivas que contemplar, otras plumas en mi cuaderno.
Aquel día los brazos se abrieron, no a mi, esos pucheros dejaron de ser fingidos, aquellos labios no volvieron a recordar mis sílabas. La vida pasó a ser un cuadro de Kandinsky, una mera interpretación que sólo araña la superficie. Queríamos poesía y molinos de viento a los que enfrentarnos, estábamos hambrientos de espirales y obras de Escher que nos atravesaran la mente.
Avanzamos rápido, entre luces difuminadas, entre gotas de rocío que, cada mañana, se deslizaban por su piel en un tobogán, en autopistas sin dirección.
Nos estrellamos.
Una degeneración, una poesía repulsiva, conclusa, reglada.
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El ególatra que dejó escapar la Luna
PoetrySerie de reflexiones y escritos cortos que de otra forma estarían cogiendo polvo en algún cajón. Porque creo que lo que de verdad merece la pena es aquello que no estás dispuesto a enseñar.