Fueron esas agujas que tenía por ojos lo primero que sentí. Luego fue su aliento, luchando contra el frío de Enero. La cazadora contra el cervatillo asustado. Me dijo que me exigía. A mi.
Y me desayunó enterito en bandeja de plata.
Fue un tiempo de verdades a medias, confesó que yo era suyo y yo confié en no ser de nadie.
Fueron tiempos de volcanes, horizontes y el obsceno lenguaje de la tinta y el colchón.
Fue el tiempo en que Lady Machbeth cambió su ambición por unos trozos de papel secante.
Cuando hicimos lo imposible por ser humanos y nos saciamos de historias leyendo diálogos de Bukowski a dos voces.Recuerdo recitar el cuarto acto de Hamlet usando un pintalabios de puñal. A ella gritando que me encerraría en un convento mientras me arrebataba mi arma y trazaba su firma en mi pecho.
En cada esquina del mundo resonaban las voces de Jack Kerouac y Thimoty Leary retorciéndose de felicidad.
Le escribía en el vientre frases de autores que ya no recuerdo. Me escribía a cincel en los huesos que era parte de mi. Me comía las noches a besos.
Fueron tiempos en los que la palabra era ley y el acto efímero, cuando cualquier sitio y momento era bueno y no existía la prisa, porque hay historias que definitivamente no merecen un final, si no un largo etcétera.
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El ególatra que dejó escapar la Luna
PoetrySerie de reflexiones y escritos cortos que de otra forma estarían cogiendo polvo en algún cajón. Porque creo que lo que de verdad merece la pena es aquello que no estás dispuesto a enseñar.