Llega el momento y mi Luna, la que se paraba a verme crecer con la mandíbula desencajada, se dedica a perseguir al Sol en un ciclo, sin desviar la mirada.
Y yo soy un ególatra, lo sé, porque mientras ella me miraba yo me corría en miles de estrellas y sólo vivía para los pinchazos de mediodía.
Ahora me la sudan las baldosas amarillas, destrozo caminos de rosas por puta diversión. No te atrevas a predicarme, que tengo placebos suficientes para acallar a Dios dos vidas.
Que voy buscando que me lie, enroscarme en las líneas de un tatuaje y vivir en su piel. Quiero desaparecer, evanescente como la jodida niebla de Londres, impregnar el puto mundo de lo que me arde y que no puedan sacárselo de encima, que cuando sople el viento les recuerde que existe algo detrás de las sonrisas de silicona, que donde duele inspira y dónde inspira... Dónde inspira se exhala curación.
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El ególatra que dejó escapar la Luna
PoetrySerie de reflexiones y escritos cortos que de otra forma estarían cogiendo polvo en algún cajón. Porque creo que lo que de verdad merece la pena es aquello que no estás dispuesto a enseñar.