CAPITULO 1

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Las vacaciones de verano ya estaban terminando, el comienzo de las clases se podía ver en la inquietud de los padres haciendo fila en las librerías y cargando bolsas repletas de elementos escolares pedidos en los colegios. Yo no tenía mucho que comprar, la mayoría de los útiles todavía me duraban, pero está época no es la que más me gustaba, odiaba que no hubiera más tiempo de vacaciones.
Los últimos días fueron pasando tan rápido que me daba taquicardia y sensaciones dolorosas en el estómago, pero aún así ya tenia todo preparado. El primer día fue una mañana muy oscura, algunos dicen que da más sueño cuando no se ve el sol pero en mí caso apenas me afectó, no pude dormír mucho pero no sentía el cansancio en mis ojos o en mí cuerpo. Hubiera deseado sentirme tan adormilado para no escuchar nada. A medida que me acercaba al colegio mis pasos eran cada vez más lentos, no había problema igual, tenía bastante tiempo, aunque no era eso lo que más me importaba. Cómo de costumbre paso mis dedos por la fría reja verde de metal abierta de par a par, no es que me de suerte hacer eso, solo me gusta sentir lo liso y suave que es, aunque hubiera sido bueno que así sea.

-¡Tomás!

Mis dedos quedaron congelados en la reja, podía quitarlos, sabía que podía hacerlo, no estaban pegados a un bloque de hielo que toque sin cuidado. Se que no era así. Como una enfermedad contagiosa mí cuerpo también tembló, esa voz gruesa a mí espalda junto con el eco de sus pisadas contra el piso de cemento, se escucharon tan fuerte en mis oídos, como el tambor en una comparsa o en una manifestación, que se mezcló con los latidos frenéticos de mí corazón y el sudor frío que recorría todo mí cuerpo con un pálpito vibrante. Lo mejor que podria hacer ahora es moverme, entrar adentro y buscar un lugar tranquilo donde esconderme, es lo más sensato. Ahora el problema es que mí cuerpo no quería escuchar las demandas de mí cerebro aunque fuera una situación de peligro. Aveces me preguntaba, mientras esos pasos resonaban mas cerca, que sería de mí si me encontrará con un chorro, si no me puedo mover ahora no me quiero imaginar si tengo un arma apuntándome en la cara.

Su brazo grueso y sólido rodeo mí cuello, al parecer había hecho ejercicio en las vacaciones, no era nada bueno eso para mí.

—¿No saludas ahora? ¿Eh? Maricon. —Con su otra mano estiró mí cabello de un lado al otro.

—Luis, no...

Escuchar mí voz salir entrecortada me daba punzadas en el corazón, mí rostro se sentía caliente hasta mis orejas, no lo mire a los ojos, tener la cabeza hacia el piso era mucho mejor para mí. Desde aquel día mirarlo se había convertido en una tortura constante, el pasado siempre estaba ahí aunque yo quería olvidarlo igual a una jaqueca fuerte e interminable que me hacía revolver el estómago.

—¿Qué pasa? ¿No estás feliz de verme? —Esa voz tosca ya no era la misma, era algo a lo que me tenía que acostumbrar de una vez por todas. Luis estiró mí pelo hacia atrás obligándome a mirarlo. Había una gran sonrisa en su rostro, una a la que ya estaba acostumbrado pero ahora me causaba temblores y escalofríos. Lo podía ver en sus ojos profundos y penetrantes, algo tenía planeado para mí. Mí corazón dio un vuelco como cuando te saltas un escalón de la escalera más vieja y maltratada.

Lo peor era que mí cuerpo caminaba junto al suyo bien pegado, con su mano rodeando mí cuello como si fuéramos cercanos. Lo éramos, si, pero en ese tiempo esto no se sentía asfixiante, ni me provocaba temblores en las piernas o punzadas dolorosas en el estómago y pecho. Teniendo todas estas sensaciones no podía creer que mí cerebro no tomara la iniciativa dándome un shock de adrenalina bien fuerte para tomar el valor de golpearlo y salir corriendo para pedir ayuda a algún profesor, pero ¿Qué le iba a decir? O ¿Qué me iban a responder? ¿Es una pelea común? ¿La pueden solucionar ellos, tengo entendido que eran amigos? Pensar en eso me daba dolor de cabeza que hacía nublar mí vista por unos segundos.

SU SONRISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora