Inglaterra
23 de Agosto, 1800
Abrí los ojos sin estar consciente de en dónde me encontraba. Miré a mí alrededor y noté que me hallaba en el mismo pasillo en el que estaba antes de que la estatua cayera.
El sirviente de Lord Kingsley y el otro joven estaban desesperados a mi lado tratando de que reaccionara.
― ¡Señorita Smith! Creímos que había sido algo grave. ¿Se encuentra bien? ―Exclamó el hombre de Kingsley.
― ¿Qué fue lo que me pasó? ―Pregunté aturdida.
―La estatua cayó arriba de su cabeza, eso hizo que perdiera el conocimiento. Levántese con cuidado. ―Comentó el joven de ojos verdes.
―Voy a traerle un pañuelo mojado para que no se hinche, señorita Smith. Damon, cuide de ella.―Dijo el sirviente de Kingsley antes de salir disparado por el pasillo.
―Lo siento. ―Le dije al joven.
―No es su culpa, la estatua estaba mal colocada. ―Contestó Damon, restándole importancia.
―No me refería al incidente de la estatua. ―Lo corregí.
Él bajó la cabeza. Entendía perfectamente a lo que me refería.
―Eso...tampoco es su culpa.
―Lord Kingsley le ha dejado marcas en el cuello. ―Comenté apenada.
―Algo me dice que las marcas que me deje ese hombre van a ser el menor de mis problemas. ―Me respondió con la mirada completamente seria.
Sus ojos habían oscurecido parcialmente y se le notaba una postura hostil.
Nos mantuvimos mirándonos en un silencio muy incómodo hasta que escuchamos los gritos de mi madre y, al voltear, pude verlos también a Lord Kingsley y a mi padre corriendo hacia mí.
― ¡Aléjese de ella en este instante! ―Gritaba Lord Kingsley mientras se acercaba hacia Damon hecho una furia.―¿QUÉ DEMONIOS LE HA HECHO? ―Vociferó mientras lo agarraba de su humilde vestimenta y lo empujaba contra la pared.
― ¡Él no me ha hecho nada! Ha sido mi culpa, lo siento. ―Dije tratando de interponerme entre Damon y Kingsley.
Kingsley aflojó su agarre de Damon, quien lo miraba desafiante.
― ¡Hija, no mientas para proteger a este animal! ―Gritaba mi madre desesperada.
― ¡Madre, por Dios! Fue mi culpa, estaba caminando y tropecé con la estatua.
―Su hija tiene muy buen corazón, Lady Smith. Pero eso no va a ser suficiente para proteger a este animal del castigo que se merece.
Dicho y hecho, Kingsley golpeó a Damon en el estómago, lo cual hizo que cayera al piso adolorido.
―Señorita Alessandra, ¿está usted bien? ―Preguntó Kingsley tomándome por los hombros preocupado.
Yo estaba atónita con todo lo ocurrido. Traté de acercarme hacia Damon para ver cómo estaba y mi padre me agarró fuertemente del brazo, impidiendo mi avance hacia el muchacho.
―Lord Kingsley, lamento lo ocurrido. Va a ser mejor que volvamos a nuestro hogar.―Se disculpó mi padre.
―Por supuesto, yo me encargaré de él. ―Prometió Kingsley mirando al joven con profunda repugnancia.
A partir de eso no se me permitió hablar hasta que estuvimos en el carruaje, emprendiendo el viaje hacia nuestra casa.
Me sentía terriblemente mal y me preguntaba qué tipo de cosas horribles podría estar haciéndole Lord Kingsley a Damon, y todo por mi culpa.
Al llegar a nuestro hogar, mi madre me obligó a encerrarme en mi cuarto, enojada porque yo había defendido a un esclavo en frente de mi prometido. "Tolero estas actitudes enfermizas en nuestro hogar, pero no voy a permitir que arruines los planes de la familia", había dicho.
Dorothy me ayudó a sacarme mi vestido y me cepilló el cabello, una vez lista me acosté en mi cama, los pensamientos invadían mi mente pero por fin pude conciliar el sueño. Sólo esperaba que fuese un buen sueño y no una pesadilla.
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El amor en tiempos de esclavitud
RomantikLa vida de Alessandra, una joven de mente cerrada de allá por el 1800, da un enorme giro cuando conoce a Damon, un muchacho que fue esclavizado y obligado a trabajar para la familia de su prometido. Un reencuentro inesperado obligará a estos dos ama...