Capítulo 7

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Inglaterra

28 de Agosto, 1800

El frío y el viento impactaron contra mi cuerpo cuando bajé de aquel carruaje.

La mansión de Lord Kingsley se veía igual a la última vez, solo que con la noche cubriéndola por completo parecía un refugio en el cual uno podía esconderse del peligro.

Mi madre fue la primera en correr hacia el pórtico de la misma y llamar a la puerta diciendo que estábamos llegando "escandalosamente tarde".

―Alessandra, recuerda lo que te he dicho, todo debe salir de acuerdo al plan. No te atrevas a arruinarlo. ―Me advirtió ella.

―No, madre.­―Contesté cansada de aquella situación.

Para mi sorpresa quien nos abrió la puerta fue Damon. Sentí una extraña sensación de agitación al ver que Lord Kingsley lo había hecho vestirse con unas ropas blancas.

Miré todo su cuerpo en busca de algún golpe o alguna anomalía y no encontré nada fuera de lo normal. Solté todo el aire que había estado conteniendo aliviada.

―La familia Kingsley los espera en la sala de banquetes. ―Dijo Damon evitando el contacto visual con nosotros.

Luego nos guió pasando las escaleras, donde había una habitación casi gigante en la que había una gran mesa llena de comida.

Lord Kingsley y sus padres se encontraban parados en frente de la mesa, esperándonos.

―Es un placer poder al fin conocerlos. ―Comentó quien supuse que era Lady Kingsley.

― ¡Oh, Lady Kingsley! He estado esperando conocerla desde hace mucho tiempo. Por fin ha llegado el momento. ―Gritó mi madre y se arrojó a saludar a la mujer. Quien le respondió con una mirada muy poco amistosa.

―Lord Kingsley, es un honor conocerlo en persona, soy Anthony Smith. ―Se presentó mi padre, siempre tan correcto, tendiendo su mano para estrecharla con la de aquel hombre.

―Créame Lord Smith, el honor es todo mío, Joseph Kingsley.―Le respondió el hombre y estrechó su mano con la de mi padre. ―Usted debe ser la señorita Alessandra. William ha comentado algunos detalles de lo bella que es, pero créame que es mejor apreciarlo en persona. ―Agregó Lord Kingsley mientras besaba mi mano.

Me recordó a la primera vez que vi a William Kingsley. Él había halagado mi belleza y había besado mi mano, supuse que se lo tenían preparado.

Luego se presentó Lady Kingsley, mirándome de arriba hacia abajo muy indisimuladamente. Pero luego se fue a conocer a mi padre. Dejándo una sola persona a la cual saludar.

―Alessandra, espero que haya estado bien este tiempo en el que no he podido gozar de su presencia. ―Me saludó Kingsley, besando mi mano.

―He estado bien. Gracias por preocuparse y yo espero lo mismo de usted. ―Respondí sin mirarlo a los ojos.

―Espero que le sea cómoda la sala de banquetes. No tuvimos una idea mejor para esta ocasión.

―Créame, ha superado mis expectativas, Lord Kingsley.

El hombre sonrió satisfecho y se volvió hacia Damon, quien seguía parado ahí sin absolutamente nada para hacer.

―La mesa está servida y todo está en su lugar. No encuentro el motivo por el cual nos agobia con su presencia. Váyase y no quiero oír de usted en toda la noche.

Damon asintió con la cabeza y me dirigió una breve mirada desconfiada antes de irse de la sala de banquetes.

―Alessandra, espero que no sea un problema la presencia de aquel sujeto. ―Comentó William, aparentemente preocupado por el "incidente" del otro día.

―No lo será Lord Kingsley, no lo será.

―Oh, querida Alessandra. William nos ha puesto al tanto del incidente que ha tenido por culpa de ese salvaje. Si usted quiere no volver a verle la cara de nuevo, sólo tiene que pedirlo.― Manifestó Lord Kingsley, metiéndose en la conversación.

―No guardo ningún tipo de rencor hacia aquel hombre. Pero agradezco su preocupación.

¿Cómo se iba a esperar que castigara a un hombre que no me había hecho absolutamente nada?

Minutos más tarde nos sentamos a cenar en la gran mesa de madera que se hallaba en el centro de la sala. Mi padre y Lord Kingsley se sentaron a mis costados y William Kingsley se sentó entre su madre y la mía, una vieja costumbre.

Comenzaron a hablar sobre el negocio de los padres de Lord Kingsley. En el cual él comenzaba a introducirse.

Me mantuve en silencio toda la conversación dado que no me interesaba el tema y estaba absorta en mis pensamientos.

―Señorita Alessandra, veo que tiene un muy buen gusto para vestir.― Comentó repentinamente Lady Kingsley.

―Oh...muchas gracias Lady Kingsley. Debo decir que pienso lo mismo de usted.

Definitivamente esta era la conversación más aburrida y monótona que había tenido en toda mi vida.

―Creo que comienza a faltarme el aire.―Mentí.― ¿Podría levantarme unos momentos?

―Por supuesto señorita Alessandra. Deje que la acompañe.― Me contestó William.

―No es necesario, Lord Kingsley.― Dije tratando de detenerlo.

―Insisto, no he tenido oportunidad de enseñarle los jardines.

Viendo que no tenía otra opción acepté el pedido de Lord Kingsley y ambos salimos hacia los jardines por unas puertas de vidrio que se encontraban al otro lado de la sala.

Realmente los jardines eran maravillosos. Las puertas daban a un balcón gigante en el que se hallaba una escalera, a lo lejos apenas podía distinguirse el laberinto de arbustos, dado que la oscuridad lo impedía.

―Es hermoso, Lord Kingsley. Es realmente hermoso.

Lord Kingsley tomó mi mano y la acercó hacia él.

―Puede llamarme William si así lo desea, señorita Alessandra. Agradecería que olvidemos las formalidades.

―Es un jardín hermoso, William.― Me corregí y ambos comenzamos a bajar por las escaleras.

El amor en tiempos de esclavitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora