Inglaterra
23 de Agosto, 1800
Los nervios fueron trepando por todo mi cuerpo cuando mi padre llamó a la puerta de la mansión Kingsley. Inmediatamente un hombre de unos 40 años la abrió y nos indicó que entráramos.
La mansión era realmente encantadora. Había una gran cantidad de estatuas y cuadros de una procedencia totalmente distinta, que en conjunto eran casi una melodía para mis ojos.
―Lord Kingsley los recibirá en unos instantes.-Dijo el hombre.
―Esos instantes ya terminaron.-Interrumpió una voz potente que retumbó en toda la sala.
Todos volteamos a ver al hombre dueño de aquellas palabras y vimos a un joven muy elegante vestido con colores opacos.
El hombre nos dirigió una gran sonrisa mientras bajaba la larga escalera que se imponía ante nosotros.
―Lord Kingsley, con usted Lord y Lady Smith y su hija, la señorita Alessandra Smith.
El hombre que supuse que era el sirviente de Lord Kingsley nos presentó de manera rápida, y Kingsley, quien ya había bajado las escaleras, le dijo con desdén que se fuera hacia la cocina y no salga de ahí hasta que termine la reunión.
―Es un verdadero placer conocerlo, Lord Smith.-Dijo Kingsley estrechando la mano de mi padre. –No estaba enterado de que tuviese una mujer tan hermosa.-Agregó besando la mano de mi madre, quien empezó a reír como una niña pequeña.
―Y por último pero no menos importante...usted debe ser Alessandra. Veo que heredó los delicados y hermosos rasgos de su madre. ―Comentó con una sonrisa que hubiese cautivado hasta al mismísimo Lucifer.
Pero a mí no. Sin embargo tuve que devolverle la sonrisa mientras dejaba que besara mi mano.
―Es un honor conocerlo, Lord Kingsley. ―Dije tratando de fingir estar complacida con la situación a la que me enfrentaba.
―Créame, el honor es mío al estar ante una mujer tan bella como usted.
Su comentario hizo que un extraño escalofrío corriese por mi columna. Se notaba que ese hombre era culto, inteligente y muy extravagante. Todo lo que una dama puede soñar, ¿no?
―Los invito a que pasen a aquella sala y se pongan cómodos. Le diré a la servidumbre que les traiga un aperitivo cuanto antes. ―Comentó yéndose hacia el mismo lugar al que previamente había ido el hombre que nos dio la bienvenida.
Mi padre, madre y yo nos encaminamos hacia una hermosa habitación amarilla con flores blancas. En ella había un delicioso aroma a jazmines y un piano se encontraba en el centro de la misma. Había cuatro sillones aterciopelados junto a una ventana que daba a un muy amplio jardín en el que a lo lejos se veía un laberinto hecho de arbustos.
Comencé a caminar meticulosamente por toda la habitación, examinando cada detalle. Descubrí que entre unos muebles había un retrato de Lord Kingsley, en el que se le veía tan serio que podría asustar a cualquier niño.
También había muchas copas de cristal adentro de un armario de madera, solo que una se encontraba rota y parecía que habían intentado reconstruirla.
― ¿Le gusta el lugar, señorita Alessandra? ―La voz de Lord Kingsley me sobresaltó.
―Es muy hermoso, debo decir que me impresiona su buen gusto para la decoración.
―Me satisface oírlo. Espero que este lugar sea suficiente para cuando esté viviendo aquí.
―No tenga ninguna duda de que así será.
En realidad, la mansión parecía tan grande que no creía ser capaz de recorrerla toda ni en 3 vidas. Y los lugares muy grandes y laberintosos siempre habían provocado cierto nerviosismo en mí. Me hacían sentirme sola...pero no sabía si en realidad lo estaba.
La conversación de mis padres y Lord Kingsley se tornó más aburrida de lo que esperaba y me dediqué a mirar por la gran ventana al jardín que se encontraba frente a mis ojos.
Unos golpes en la puerta interrumpieron la conversación y Lord Kingsley le indicó a la persona que entrara.
―Señor, lamento interrumpir su conversación cuando me dijo que no lo hiciera, pero un hombre ha llamado a la puerta diciendo que tiene una reunión con usted. ―Dijo el sirviente de Lord Kingsley.
El pobre hombre solo se ganó una mirada de desprecio de su amo, quien le dijo que comunicara a la visita que debía esperar adentro unos minutos.
―Lamento interrumpir la agradable conversación Lord Smith. Pero si tan solo pudiese aguardar unos momentos volveré con usted. ¡Alessandra! ¿Le molestaría venir conmigo unos momentos? Necesito enseñarle algo.
Miré a mi madre dubitativa, quien con la mirada me amenazó para que le hiciese caso a Lord Kingsley. Tragué saliva y salí de la habitación junto con él.
En la entrada había un hombre con un muchacho que estaba de espaldas.
-¡Lord Kingsley, es un inmenso placer volver a verlo! Como verá, le traigo lo que me pidió. Espero que le guste.―Comentó el hombre, visiblemente mejor vestido que el muchacho a su lado.
Kingsley estrechó amigablemente su mano y le sonrió. Luego el hombre le gritó al muchacho que debía darse vuelta y este lo hizo muy lento y con la cabeza baja. Pero cuando la levantó fue cuando me di cuenta.
Sus ojos verdes, su pelo castaño, su boca, su mirada desafiante y a la vez sumisa, sus brazos. Tragué saliva con una mirada de perplejidad.
―Querida Alessandra, no pude resistirme hasta el momento de la boda y decidí que quería darle mi regalo antes.
Kingsley me estaba regalando un esclavo.
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El amor en tiempos de esclavitud
RomansaLa vida de Alessandra, una joven de mente cerrada de allá por el 1800, da un enorme giro cuando conoce a Damon, un muchacho que fue esclavizado y obligado a trabajar para la familia de su prometido. Un reencuentro inesperado obligará a estos dos ama...