Capítulo 6

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Inglaterra

28 de Agosto, 1800

Era una hermosa tarde soleada y una suave brisa soplaba de manera intermitente.

Yo me encontraba fuera, sentada bajo un sauce en el jardín de mi casa, leyendo uno de los tantos libros que tenía.

Habían pasado ya 15 días desde lo ocurrido en casa de Lord Kingsley y faltaba una semana para mi boda.

Hoy era el día en el que volvería a casa de Lord Kingsley a conocer a sus padres, quienes estaban en un viaje de negocios y no pudieron presenciar nuestro primer encuentro.

―Señorita Smith, lamento interrumpirla, pero su madre desea verla urgente.

Estaba tan absorta a la lectura de aquel libro que ignoré completamente el hecho de que Dorothy se encontraba a mi lado.

―Gracias, Dorothy.―Dije levantándome del suelo y empezando a caminar hacia la puerta trasera.

La casa que antes había sido extraordinariamente hermosa por donde se la mirase, ahora se encontraba absolutamente deteriorada. Las paredes que antes habían sido tan blancas como la nieve estaban grises por el pasar del tiempo.

De niña amaba jugar a que era una princesa encerrada en una torre rodeada por lava ardiente, pero el príncipe nunca llegaba y debía salvarme sola.

Entré a la sala en la que me esperaba mi madre. Todos los muebles de ella eran de madera y el aroma me resultaba embriagador.

―Querida, al fin llegas.

―Lo siento, me encontraba leyendo uno de mis libros.

―Alessandra, ya sabes lo que pienso de eso, deberías preocuparte menos por la lectura y más por el aspecto demacrado que tienes.― Dijo mi madre visiblemente irritada.

―Estoy bien así, madre.―Contesté.

―Una mujer debería preocuparse más por conseguir un marido que por andar leyendo historias inventadas por un don nadie.―Insistió ella.

―Lamento decirte madre que a diferencia de ti prefiero perfeccionar mi habilidad de lectura que mi habilidad de hacerme peinados.―Le respondí exasperada por la conversación que manteníamos.

― ¡Alessandra! ―Exclamó mi madre horrorizada. ―Tienes suerte de que un hombre como Lord Kingsley haya aceptado tomar tu mano en matrimonio. No lo desperdicies por unos cuantos libros tontos.

―Madre, esta conversación es en vano. ¿Por qué querías que viniese aquí?

―Porque por una vez en tu vida quiero que actúes como una joven decente y borres esas ideas extrañas que tienes de tu cabeza. Hoy conocerás a los padres de Lord Kingsley y no permitiré que arruines las cosas.

―Si con cumplir eso puedo seguir leyendo mis libros, dalo por hecho.

Mi madre revoleó los ojos y se dispuso a seguir arreglándose para ir a la mansión Kingsley y yo subí a mi habitación y me senté en mi cama, aturdida por la conversación sin sentido que había tenido con ella.

Unos golpes en mi puerta me distrajeron.

―Mi niña, es hora de que empieces a prepararte para la cena con los Kingsley.

Como dije, mi padre tenía comportamientos y actitudes completamente ignorantes, pero siempre que me decía "mi niña" mi mundo se volvía un poco menos caótico.

―Gracias, padre.― Grité desde el otro lado de la puerta.

Después de eso Dorothy entró a mi habitación y yo elegí el vestido que iba a ponerme.

Se trataba de un vestido azul de seda que mi padre me había regalado un año atrás, afortunadamente me quedaba a la perfección.

Dorothy me hizo un rodete que dejaba la mitad de mi pelo suelto, en verdad me sentía muy hermosa.

Una vez lista salí de mi cuarto y comencé a bajar por las escaleras, escuché una conversación que se daba en la sala de al lado y me acerqué lo suficiente para no ser vista y escuchar mejor.

―Anthony, temo por ella, parece una loca...leyendo esos libros y comportándose de forma escandalosa.

―Katherine, Katherine, Katherine. Mi hija no es una loca por leer un libro a diferencia de ti que no has puesto tus dedos sobre uno en toda tu vida.

―Ella está perjudicando todos los encantos que tiene. Habla de que los esclavos son personas. Ya la has visto, Anthony. En casa de Lord Kingsley hasta se atrevió a defender a uno.

―Dios santo Katherine, estás creando un problema enorme de una nimiedad. Nuestra hija no está loca y no defendería a un patético esclavo. No voy a discutir este tipo de tonterías contigo, ve a mirarte al espejo a ver si te entretienes.

Me reí ante el último comentario dicho por mi padre. Pero, ¿en verdad por defender a alguien yo podría ser una loca? En verdad Damon no me había hecho nada y había terminado con un golpe en el estómago por mi culpa. No quería ni imaginar el estado en el que lo encontraría a llegar a aquella mansión.

―Alessandra, debo suponer que estas lista y no te has quedado leyendo otro de tus libros. ―Dijo mi madre asomándose por la puerta de la sala en la que se encontraba conversando con mi padre.

―Lamentablemente no es el caso, madre. Estoy lista.― Le contesté.

―El carruaje está esperándonos. Es hora de irnos.

Y así emprendimos viaje de nuevo hacia la casa que podría volverse el mejor de mis sueños o la peor de mis pesadillas.

El amor en tiempos de esclavitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora