Capítulo 11

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Inglaterra
29 de Agosto, 1800

Con ese comentario mi mundo entero se paralizó.

―¿Es una...especie de broma?― Pregunté aún sin poder creer lo que mis oídos escuchaban.

―Alessandra, ¿qué te hace creer que esto es una broma?― Preguntó mi padre visiblemente extrañado.

―No lo sé. Todo está ocurriendo muy rápido. Se suponía que me casaría en una semana.― Dije aún confundida.

―Tu padre, los Kingsley y yo tomamos esta decisión porque es la mejor para ambos. ―Comentó mi madre.

Claro. La mejor. Como si esperar unos días más fuese perjudicial para alguien.

―No lo sé.

―Alessandra. No entiendo lo que tratas de decir. ¿Acaso no quieres casarte?―Inquirió mi padre.

Silencio.

―No. Quiero decir...estoy algo confundida.

―Mi niña...no debes preocupar a tu cabeza con ideas sin fundamento. Cree en nosotros. Es lo mejor para ambos.

―Y me permito agregar que los preparativos ya están terminados. Va a ser una gran boda, Alessandra.― Comentó mi madre entusiasmada.

―Oh, mi dulce Katherine, ya deja de decir comentarios irrelevantes. Mi niña, estoy muy orgulloso de ti. Pronto dejarás esta casa y pasarás a vivir entre los grandes.― Me felicitó mi padre con una emoción que jamás había visto en su rostro.

No tenía para nada en claro como debía responder a eso.

―Gracias padre.― Contesté omitiendo el contacto visual.

Él siguió mirándome, supuse que esperando algún otro tipo de agradecimiento. Pero al ver que yo no tenía idea de cómo responderle, siguió comiendo el pan que Dorothy había puesto en su plato.

Luego de esto, subí a mi habitación sin saber qué hacer. Toda la situación era un torbellino de locura que venía hacia mí sin perder un segundo.

Me senté en mi cama y cerré los ojos esperando algún milagro. No ocurrió nada.

Luego de 20 minutos, Dorothy tocó la puerta.

―¿Me permite entrar, señorita Alessandra?― Gritó desde el otro lado.

―Adelante.― Respondí desganada.

―Con permiso. Llegó esto para usted.― Dijo con una caja en la mano.

―¿Qué es?― Pregunté tomando la caja entre mis manos.

―Lamento decirle que no la he mirado. Supuse que lo encontraría bastante descortés de mi parte.― Me respondió con desconfianza.

―Tiene razón, lo siento.― Dije cansada.

Dorothy se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, pero se detuvo.

―Sabe... escuché la noticia que le dieron sus padres en la mañana. Permitame felicitarla.― Me comentó.

Me detuve a observarla fijamente con una mirada que pedía a gritos que me sacara de la situación en la que me encontraba. Pero ella, al ver que yo no contestaba, agregó:

―En verdad, yo no sé mucho sobre bodas, pero no estoy segura de que así se vea el rostro de una muchacha que está por casarse.

―Lo sé, Dorothy. Pero en verdad no sé cómo debo sentirme al respecto.― Dije poniendo mis manos en mi rostro.

El amor en tiempos de esclavitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora